11.12.10
La importancia de ser extranjero
Uno de los mejores haikus que se escribieron este semestre en el instituto de español en el que trabajo:
El nombre es mío.
Los anillos son tuyos.
Rompí los platos.
               -Lucia Cambria
9.12.10
Hasta el final
Un poema de Hugo Mujica (creo que inédito) que leyó en la charla en el Islas Malvinas acá en La Plata, hace algunas semanas.
HASTA EL FINAL
Vi un perro negro muerto
en la calle,
aplastado en medio de la acera, manchado,
porque nevaba.
Vi la vida, allí mismo,
y no había más que eso: la coartada
del inocente: pagarlo todo.
Sentí en la nieve la vida y me vi morir
como un animal que se resiste
hasta lo último
hasta el deseo de ser rematado,
hasta el gemido final,
el que pide perdón por todo crimen ajeno:
                                                        el que perdona a dios.
HASTA EL FINAL
Vi un perro negro muerto
en la calle,
aplastado en medio de la acera, manchado,
porque nevaba.
Vi la vida, allí mismo,
y no había más que eso: la coartada
del inocente: pagarlo todo.
Sentí en la nieve la vida y me vi morir
como un animal que se resiste
hasta lo último
hasta el deseo de ser rematado,
hasta el gemido final,
el que pide perdón por todo crimen ajeno:
                                                        el que perdona a dios.
2.12.10
Una comidilla para Freud
De vez en cuando, la docencia trae gratificaciones inesperadas, que son como chispazos de alegría o de variedad en medio de una tarea esencialmente rutinaria (al menos, en lo que respecta a la corrección).
Algunos de esos chispazos vienen de la mano de una composición creativa, un chiste que te hace reír frente a los chicos, o una clase en la que sentís que les cambiaste la cabeza.
Otras alegrías llegan casi a pesar de los alumnos, por errores que en cierta forma revelan las limitaciones de su propio docente, o que pueden ser leídos como poesía y creatividad inesperada.
El docente José María Firpo lo percibió bien y supo plasmarlo de manera inmejorable en su libro ¡Qué porquería es el glóbulo!, en el que no me parece que se esté burlando de sus alumnos, sino que en cierta forma establece una guiñada cómplice con ellos, para cuando sean más grandes y puedan llegar a reírse de sus propios errores.
Hoy, mientras corregía pruebas y cerraba notas para el último de los tres colegios, me encontré con este chispazo, que me hizo reír mucho. ¿Qué diría Freud de este lapsus versión siglo XXI?

1.12.10
De amicitia (III)
Hay un cuadro de fondo negro en el que pienso a veces.
Lo pintó la mamá de Sofi. Entre el fondo negro se sugiere algo rojo detrás, y de frente sobresalen dos figuras humanas: una a la derecha, como de frente, y otra de espaldas. Parecen presencias fantasmales, imágenes en movimiento, con colores fuertes (verdes, amarillos, azules). Pero quizás yo ya lo sé porque conozco la foto real en la que está basado. No puedo saber qué pensaría alguien que viera por primera vez el cuadro sin conocer la foto.
Las fotos son de hace dos años, de un cumpleaños mío. Habíamos apagado todo y sólo quedaban encendidas las luces de disc jockey, multicolores y giratorias. Saqué algunas fotos sin flash y eso le daba a las cosas una apariencia a veces psicodélica, otras festiva, y otras siniestra.
A partir de esas fotos Renée, la mamá de Sofi, pintó una serie de cuadros. Y aunque me gustan muchos de ellos, me sobrecoge la imagen del cuadro de las dos figuras con fondo negro. En parte porque no se alcanza a distinguir si una es un reflejo de la otra, reproducida por un espejo que permanece oculto a la vista del espectador. Pero –más importante aún– sobre todo porque estoy seguro de que vos sos la figura principal del cuadro, o quizás las dos. Lo curioso no es que vos hayas salido así en esa foto o que Renée haya decidido pintarlo: lo verdaderamente curioso es que todo empezó realmente en ese cumpleaños. Esa semana, el día jueves, yo cumplí años. Nos juntamos a la noche y estuvimos jugando al truco y chupando hasta muy tarde. Yo me levanté a la mañana siguiente para ir a trabajar y sólo pude tomar un jugo de pomelo recién exprimido y mucha agua para recuperarme un poco. Vos te levantaste con un dolor de cabeza terrible y vomitaste en el patio del bar donde laburabas.
Todo parecía ser por la resaca, pero ese dolor de cabeza no era como nada que hubieras tenido antes. En el festejo de mi cumpleaños el día sábado estabas más alegre que nunca, y eso que habías decidido no tomar nada para combatir el dolor de cabeza. Hacía poco tiempo yo les había anunciado que me casaba al año siguiente, y vos estabas entre receloso por perder a un amigo, y feliz porque uno de tus mejores amigos había encontrado a la mina para casarse.
Bastó apenas una semana para que me llegara el anuncio, el viernes siguiente, y para que todo, de a poco, empezara a desmoronarse.

De amicitia (II)
Tu partida fue decantando de a poco, como la capa de polvo que se va posando imperceptiblemente sobre las cosas que no tienen movimiento. Ahí quedó nuestra amistad, fija e inmóvil como una cosa que nadie se decide a tocar.
Y a la vez, siento como si de a poco esa amistad fuera mutando en algo distinto. Nunca va a dejar de ser lo que era, pero a la vez nunca volverá a ser la misma.
En cierta forma venía esperando tu muerte desde hacía un tiempo. Vos también la venías anticipando, nos la venías anticipando a nosotros cuando comenzaste a devolver las cosas que te habíamos prestado. Esas cosas que uno nunca devolvería porque casi se las ha apropiado. También empezaste a regalar cosas con un desapego inmenso. Ya habías empezado a darte cuenta de que lo relevante estaba en otra parte.
Cuando levanto la vista del escritorio, normalmente veo clavados en el corcho tarjetas, recordatorios de fechas, postales, imágenes. Pero a veces tomo distancia y miro el corcho. El corcho era tuyo, vos nos lo regalaste. Hasta nos regalaste las chinches que ahora usamos. En tu casa el corcho estaba casi pelado: tenía una foto de tu abuelo cuando era joven, y la palabra “PIPO” escrita por mí con las chinches. La “P” era apenas más que un triángulo con una línea, porque no alcanzaban las chinches para escribir bien las letras. Pero vos y yo sabíamos qué decía. Ahora las chinches están dispersas; no dibujan nada, no dicen nada, apenas sostienen los recordatorios, las postales, las tarjetas.
De amicitia (I)
Descubro la sensación cuando me encuentro haciendo algo que habitualmente no haría: escuchar completo un disco de The Who o Pete Townshend, preparar un asado de improviso, aunque sólo sea para Sofi y para mí, hablar con un amigo en común que me dice que se le ocurrió empezar a elaborar cerveza casera. A veces lo pienso por cosas que creo que te gustarían, pero que no llegamos a compartir: ¿qué hubieras dicho de Living in the Material World de Harrison, por ejemplo?
También está en las personas que me rodean, en las personas que te rodeaban: tu hermano el Tano, por ejemplo, que siempre había sido seco conmigo, y un poco irónico, de pronto se abrió con una ternura y un cariño del que nunca hubiera pensado que fuese capaz.
El Tano vino a mi último cumpleaños. En cierta forma era como tenerte de nuevo, recuperar esa forma de vos que hacía mucho tiempo que no veía: el chiste rápido, la carcajada franca, y hasta las mismas escenas intrascendentes de las mismas películas malas que sólo a vos te gustaban. Pero recuperar esa forma pasada de vos era también como marcar lo distante que estás. Los intentos de conjurar la soledad a veces agitan tanto el aire que lo hacen palpable.
26.11.10
Formosa duele
Formosa, "El imperio del verde", rezaba el logo de la campaña turística provincial. Como proponiendo a la provincia como una especie de Amazonas en miniatura, con algo de parque de diversiones y de zoológico para porteños y extranjeros. Una de las actividades sugeridas era el "Ecoturismo", que proponía el descubrimiento de un yaguareté, un tapir y un indígena toba o wichí como si todo fuera parte de lo mismo: algo lindo para ver de lejos, algo pintoresco siempre y cuando se quede allá, en su provincia, sin joder a nadie.
Me chocaron, aunque no me sorprendieron, las noticias sobre Formosa.
Hace unas semanas discutimos en mi clase de español para extranjeros sobre la (falta de) diversidad en Argentina, por el tema de los afrodescendientes y cómo se los invisibilizó históricamente. Y yo mencioné que en EE.UU. la tradición es que las minorías se juntan, pelean por sus derechos y por lo general los consiguen. Acá, en cambio, la tradición histórica es que las minorías se juntan, pelean por sus derechos y en general se las reprime o se las mata.
No me interesa idealizar a los Estados Unidos ni entrar en polémica de qué es "mejor" o "peor". Porque la corrección política también tiene sus aristas. Y porque en Estados Unidos también pasaron, pasan y seguirán pasando cosas similares a la de Formosa, aunque quizás no a cielo abierto como pasó en esa provincia. Lo cierto es que lo de Formosa me duele porque me toca más de cerca: porque con Sofi conocimos la zona, hablamos con los tobas, y pienso que quizás nuestro guía de aquella visita que hicimos a la comunidad puede ser ahora uno de los muertos. Las muertes no son casuales en estos casos, y hasta pueden estar dirigidas específicamente a quienes lideran las propuestas.
Aunque sea obvio, no me queda otra cosa que hacer que solidarizarme con la comunidad Qom en estos momentos.
Me chocaron, aunque no me sorprendieron, las noticias sobre Formosa.
Hace unas semanas discutimos en mi clase de español para extranjeros sobre la (falta de) diversidad en Argentina, por el tema de los afrodescendientes y cómo se los invisibilizó históricamente. Y yo mencioné que en EE.UU. la tradición es que las minorías se juntan, pelean por sus derechos y por lo general los consiguen. Acá, en cambio, la tradición histórica es que las minorías se juntan, pelean por sus derechos y en general se las reprime o se las mata.
Aunque sea obvio, no me queda otra cosa que hacer que solidarizarme con la comunidad Qom en estos momentos.
12.11.10
Una historia personal de los Beatles y McCartney

Como me pasó con el recital de Queen, quizás este primer post deba ser, más que una reseña del recital de Paul McCartney (hay una mucho mejor y más completa en el blog Calico Skies), una historia personal de lo que significan para mí los Beatles, y lo que significó haber podido ir a ver a esta leyenda viva del rock.
Empecé a escuchar a los Beatles cuando estaba terminando el colegio secundario. En mi caso, fue más por tener conciencia de que era una banda que "había que escuchar", que por influencia de un hermano mayor (que no tengo), o de mis padres (que son poco musiqueros, y particularmente muy poco rocanroleros). En mi caso el primer disco, como el de muchos otros, fue Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, un disco que quizás esté un poco sobredimensionado por la crítica dentro de la discografía de los Beatles. Me gusta mucho, pero no me parece parejo. Creo que hay temas como "She's Leaving Home" o "Being for the Benefit of Mr. Kite!" que nunca me van a gustar del todo.
Le debo a mi primo Isidro el haberme prestado casi todos los discos de los Beatles. Me cuesta mucho elegir, pero yo diría que algunos de los que más me marcaron al escucharlos fueron Rubber Soul, Revolver, el "álbum blanco" y particularmente Abbey Road. Hubo un momento, hace algunos años, en que no dejaba de escucharlo. Todavía me impresiona su construcción (cómo cada cara del LP fue pensada como un todo), y las pequeñas joyas que contiene: además de "Come Together", "Something" y "Here Comes the Sun", otras menos conocidas, como "I Want You (She's So Heavy)" o esa sucesión de temas al final del lado B, todos enganchados desde "Mean Mr. Mustard" hasta "The End", con la coda de "Her Majesty".
Con Paul McCartney, en cambio, yo tenía muchos prejuicios de que lo que había hecho como solista era grasa o flojo. Algunos temas que conocía me daban la razón ("Ebony and Ivory", "Say, Say, Say", "No More Lonely Nights", etc.), otros me caían más simpáticos ("Hope of Deliverance", que pasaban incansablemente por la radio la última vez que vino).
Fue hace como cuatro años que enganché por la tele un recital de Paul tocando en Rusia extraído del DVD Paul McCartney in Red Square, tocando de día en las "noches blancas" de San Petersburgo, y me voló la cabeza. Había temas que nunca había escuchado ("Let Me Roll It", "I've Got a Feeling"), y dije: "Tengo que escuchar a McCartney". Dicho y hecho. Empecé con los discos en vivo (Paul is Live, Tripping the Live Fantastic, Back in the US, y esa maravilla oculta que es el Unplugged), y después con los discos de los 70s y los 90s. Todavía me abstengo del McCartney ochentoso, aunque algún día le voy a dar una oportunidad a esos discos.
Me gustan mucho, dentro de su discografía solista, Band on the Run, Flaming Pie y Run Devil Run. Aunque de a poco le fui tomando cariño también al disco Ram. Además, esos discos se fueron atando a los recuerdos de un viaje en el que escuchamos mucho a McCartney, por Mendoza, San Juan y Córdoba. Todavía tengo el recuerdo vívido de corear con Sofi "Mrs. Vanderbilt" y "Mamunia" en los alrededores de Villa General Belgrano.
Quizás eso sea lo que pasa con los Beatles y la música de Paul McCartney. De alguna forma, parecen haber tocado algo único en la vida de muchas personas. Eso equivale a que escucharlos no sea sólo apreciar su música, sino también revivir recuerdos específicos de momentos vividos, únicos y personales.
Se me responderá que esa es una característica de la música en general, y es cierto. Pero la popularidad y masividad de las melodías de los Beatles, su atemporalidad y eternidad a pesar de hallarse inscriptas en una época específica, y esa cualidad única que tienen de reunir a las distintas generaciones (abuelos, padres e hijos) hacen que, de alguna forma, todavía siga creyendo que el jueves fuimos a presenciar a una leyenda viviente.


18.10.10
Las ratas
Estoy releyendo, más o menos seis años después, la novela corta Las ratas (1943), de José Bianco. Recordaba el final, algunos detalles de los personajes, y la escena en el tren del capítulo XIII, que posiblemente podría haber sido omitida, y que sin embargo fue el detalle argumental que yo recordaba con mayor nitidez.
Cuando comencé la relectura comprobé con asombro la velocidad y el volumen con el que se olvidan las cosas. El desarrollo, los nombres de los personajes, y muchos aspectos de la trama, me resultaban totalmente novedosos. Era como estar leyendo una novela que me hubiese resumido otra persona.
Aunque no tengo ahora el mismo entusiasmo con el que descubrí este relato, me impacta cómo resuena en él la obra de Henry James, como si se entablara un diálogo velado que en su momento no tuve la perspicacia de advertir. Hay una frase del narrador que resume bien la novela, y que acaso podría ser el fragmento de un ensayo sobre James:
"Acaso la verdad sea tan rica, tan ambigua, y presida de tan lejos nuestras modestas indagaciones humanas, que todas las interpretaciones puedan canjearse y que, en honor a la verdad, lo mejor que podamos hacer es desistir del inocuo propósito de alcanzarla."
Cuando comencé la relectura comprobé con asombro la velocidad y el volumen con el que se olvidan las cosas. El desarrollo, los nombres de los personajes, y muchos aspectos de la trama, me resultaban totalmente novedosos. Era como estar leyendo una novela que me hubiese resumido otra persona.
Aunque no tengo ahora el mismo entusiasmo con el que descubrí este relato, me impacta cómo resuena en él la obra de Henry James, como si se entablara un diálogo velado que en su momento no tuve la perspicacia de advertir. Hay una frase del narrador que resume bien la novela, y que acaso podría ser el fragmento de un ensayo sobre James:
"Acaso la verdad sea tan rica, tan ambigua, y presida de tan lejos nuestras modestas indagaciones humanas, que todas las interpretaciones puedan canjearse y que, en honor a la verdad, lo mejor que podamos hacer es desistir del inocuo propósito de alcanzarla."
14.7.10
Asociación ilícita
Falleció el gran poeta platense Horacio Castillo. Pero lo que me llamó la atención no fue la nota en la web de La Nación sobre su muerte, sino los artículos que aparecen asociados a continuación. Así, mientras la nota se cierra con un fragmento del que sin duda es uno de sus mejores poemas, "Tren de ganado":
¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos? Bebíamos al atardecer el vino de los ciegos, soñábamos todavía con un bosque de orquídeas. ¿Qué es aquello? Arena. ¿Qué es aquello? Niebla.
Le suceden, sin solución de continuidad:
A quien le interesó esta nota además leyó:
14.07.2010 | 05:30 | El look de Flavia Palmiero13.07.2010 | 18:50 | ¡Estrellas en un flash!
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