22.5.11

Adúriz


El martes pasado me enteré, como un baldazo de agua fría, de la muerte reciente del poeta Javier Adúriz (1948-2011). Conocí a Javier en el invierno del 2005. La excusa fue un libro de poemas de Carriego que él había prologado y compilado. Ahí descubrí su generosidad y su tremenda lucidez. Le mostré algunos poemas míos y él sonrió: quizás porque veía en mí, en mis imperfecciones, un esbozo del joven poeta que había sido alguna vez. Conocía a mi tío Titito, quien también publicó alguna vez un libro de poemas, Nadie a tu lado, "muy influidos por Pedro Salinas", según dijo Javier. Me hizo algunas críticas demoledoras que todavía recuerdo: por ejemplo, un poema de una pagina quedó reducido a dos o tres versos.

Compartimos el mate, el pan casero y la discusión sobre el soneto en su PH de la calle Delgado. Lo que más culpa me da es que él me había dado dos libros de Santiago Sylvester en concepto de préstamo; es decir que esperaba que se los devolviera. En realidad, no me gusta quedarme con libros ajenos, así que esos libros (Café Bretaña y Calles) iban a ser la excusa del reencuentro. Lo cierto es que, después de mi casamiento y mudanza, no nos habíamos vuelto a ver todavía. Y ahora siento que me quedé con algo trunco e irrecuperable.


Acá transcribo el último mail que recibí de él, en 2009, y un poema incluido en su libro Canción del samurai, que funciona como una especie de soneto libre y testamento humorístico. Creo que él no lo hubiera querido de otro modo.


te felicito, vicente, por tu decisiòn. el casamiento y el traslado a la plata para tu residencia. te deseo lo mejor, que vayas haciendo el significado de tu vida. los libros, para cuando quieras. y desde luego, cuando pase por la plata, te aviso. un gran abrazo, javier.



"El atómico" declara su deseo

Dejo dicho, en caso de no atinar al piletón,
que lego mi flamante casco de corcho
a Agustín, y también las antiparras.
Para Isidro, el overol de loneta reforzada

amén de la flexible bigotera del abuelo:
Para Julieta el maillot, que aunque gordo
y con costuras, ella sabrá ajustarlo.
Para Román, el capirote de hule y los botines

que trajinados y todo, aún son de largo uso.
Para Lucía, el arnés y la mochila de lastre
que habrán de serle fieles para acunar los hijos.

A la señora, en cambio, mi dama, testo y dejo
que me dejo de joder con estos trastos.
Los amo, amigos, porque hicieron el significado.