9.2.12

El arte de la comparación estúpida

Mientras buscaba información de autores de novelas policiales, me topé con una comparación estúpida que merece citarse, referida al autor Jerome Charyn, quien también es un jugador bastante bueno de ping-pong e incluso ha escrito un libro al respecto:

Además de dedicarse a la escritura y la docencia, Charyn es jugador de campeonatos de tenis de mesa, y una vez se posicionó entre el 10% de los mejores jugadores de Francia. El famoso novelista Don DeLilli llamó al libro de Charyn sobre tenis de mesa, Golpes ardientes y efectos endiablados (Sizzling Chops & Devilish Spins), "El Fiesta de Hemingway del ping pong" (The Sun Also Rises of ping-pong.").

Parece ser que, a falta de algo original para decir sobre un artista, los escritores de contratapas apelan a la comparación, por más que ésta sea ridícula o absurda. En cierta forma, la metáfora tiene un funcionamiento similar, particularmente a partir de las vanguardias del siglo XX, aunque con resultados un poco más felices.
Otro ejemplo de lo que estoy diciendo: hoy tuve el dudoso privilegio de escuchar, a propósito de la muerte del queridísimo Flaco Spinetta, que a falta de comparaciones foráneas Clarín lo había llamado "El Caetano Veloso/John Lennon argentino", como si ese monstruoso engendro bicéfalo significara un elogio.