"Ediciones Especiales se ha hecho fan de Ediciones Especiales y te ha sugerido que tú también lo seas."
(Uno de los mensajes a los que Facebook ya nos tiene acostumbrados.)
15.3.10
14.3.10
Antes y después de "El secreto de sus ojos"
Ojo: contiene "spoilers".
(Para los que no lo saben, "spoiler" es, en la jerga de las reseñas cinematográficas, esa información que te arruina la película contándote demasiado.)
Como suele ocurrir con mi relación con el cine, llego bastante tarde a los "estrenos". Pero en este caso, el "antes y el después" de El secreto de sus ojos no se refiere a la obtención del Oscar, sino más bien a lo que pensaba de la película antes y después de haberla visto.
Es inevitable que, con una película con tanta prensa, uno tenga una imagen previa de la película, con lo que imagina que ésta va a ser, y una imagen posterior. Por eso me gustó tanto cuando vi películas como Se arrienda (2005) o El árbol (2006), sin saber absolutamente nada sobre ellas. No hay nada para contrastar, ningún punto de referencia, y vos te entregás a la película sin saber bien qué esperar.
Por eso, ayer pensaba en la imagen que yo tenía de El secreto de sus ojos (2009) antes de haberla visto: pensaba en un policial, ambientado completamente en la época de la dictadura; creía que la escena en la cancha representaba el mundial '78; sabía que Francella no actuaba de Francella, que la película tenía una muerte, y no mucho más.
La película resultó ser un policial, sí, con más de una muerte –una como disparadora de la acción, la otra hacia el final–, pero ambientada en lo que fue el ocaso del peronismo de los '70 y el antecedente de la dictadura (el gobierno de Isabelita, el surgimiento de la triple A). Además, la otra cuestión que me pareció interesante es el ambiente judicial, más que policial, que rodea toda la película: las escenas en Tribunales, en los bares de la zona; los personajes, el lenguaje y las jerarquías legales. También es impresionante la larga escena (plano secuencia) en la cancha de Huracán, que empieza desde el aire y termina con una persecución policial.
Sofi, gran consumidora del género policial, fue la primera en decir que no le había gustado, que el final era "bizarro". Empezamos a charlar sobre la película hilando un poco más fino, y éstas son algunas de las conclusiones a las que llegamos.
El secreto de sus ojos es una película larga, quizás innecesariamente. Tiene muchas escenas hacia el final que intentan, a la vez, esclarecer completamente el crimen y mantener al público atado a la butaca hasta el final, jugando mucho con el recurso de la vuelta de tuerca.
Quizás el mayor punto débil la película sea que lo que da comienzo a la acción en el pasado, la violación y el asesinato de Liliana Coloto, impacta sobre el protagonista (Benjamín Espósito) de manera particular, y además éste se convence rápidamente de que los acusados son perejiles, y que el autor del crimen es un tal Gómez, por cómo está observando a Liliana en una foto. Cuesta creer que un empleado judicial, que ya debe estar acostumbrado a este tipo de casos, se obsesione lo suficiente como para ir hasta Chivilcoy, a dar con el paradero del tal Gómez. Hay, en todo caso, un funcionamiento ficcional de la trama, donde la credibilidad y la verosimilitud de sacrifican para privilegiar la sorpresa y el desenlace inesperado.
Dos tiempos se van entrecruzando en la película: el pasado del caso Morales y la pre-dictadura, y el presente en el que un empleado judicial recién jubilado quiere escribir una novela acerca del caso Morales. La película no juega con algo que hubiera sido, quizás, complejo y a la vez fascinante: la construcción del pasado como novela, como ficción (y que a la vez habría justificado los elementos poco verosímiles de la trama). Hay sólo una parte en que el personaje de Irene cuestiona los hechos tal como los narra el protagonista, por considerarlos inexactos, pero Espósito se planta sosteniendo que fue así como ocurrieron. Me parece que justamente hubiera sido interesante pensar en el relato del pasado como una construcción provisoria y ficticia, creada por el narrador (Espósito) para explicar lo inexplicable.
Espósito no puede ejecutar satisfactoriamente su novela, que otro de los personajes define como "un memorándum largo", justamente porque es incapaz de despegarse de los hechos tal como ocurrieron. En otras palabras, la "novela" no es ficción, sino simplemente un relato autobiográfico, y para terminarla Espósito debe averiguar fehacientemente cuál fue la verdad (los hechos) del caso. Me parece que esa es la razón por la que no alcanzan los relatos de segunda mano (Morales contando cómo asesinó a Gómez, el violador y asesino de su mujer), sino que el protagonista se ve obligado a volver y ver, con sus propios ojos, que Gómez está vivo, prisionero para siempre en una especie de "prisión perpetua" casera ideada por Morales. Cuesta creer, por otra parte, que un represor con poder como Gómez pueda desaparecer sin que luego los militares diesen con su paradero.
La escena, casi al final, en la que Espósito vuelve en el auto y piensa en lo que Morales acaba de contarle, incluso abre un espacio para conjeturar que todo ha sido una equivocación: Morales mató a su mujer, y lo único que hizo Espósito durante su búsqueda fue encubrirlo involuntariamente. Pero rápidamente esta posibilidad –que hubiese requerido cambios en la trama para evitar contradicciones– desaparece.
En una primera lectura, pienso que la película ganó el Oscar porque, al igual que La historia oficial, se mete con el tema de la dictadura (aggiornado), y además porque, como muchas películas yanquis, explica demasiado y le sobran minutos al final.
(Para los que no lo saben, "spoiler" es, en la jerga de las reseñas cinematográficas, esa información que te arruina la película contándote demasiado.)
Como suele ocurrir con mi relación con el cine, llego bastante tarde a los "estrenos". Pero en este caso, el "antes y el después" de El secreto de sus ojos no se refiere a la obtención del Oscar, sino más bien a lo que pensaba de la película antes y después de haberla visto.
Es inevitable que, con una película con tanta prensa, uno tenga una imagen previa de la película, con lo que imagina que ésta va a ser, y una imagen posterior. Por eso me gustó tanto cuando vi películas como Se arrienda (2005) o El árbol (2006), sin saber absolutamente nada sobre ellas. No hay nada para contrastar, ningún punto de referencia, y vos te entregás a la película sin saber bien qué esperar.
Por eso, ayer pensaba en la imagen que yo tenía de El secreto de sus ojos (2009) antes de haberla visto: pensaba en un policial, ambientado completamente en la época de la dictadura; creía que la escena en la cancha representaba el mundial '78; sabía que Francella no actuaba de Francella, que la película tenía una muerte, y no mucho más.
La película resultó ser un policial, sí, con más de una muerte –una como disparadora de la acción, la otra hacia el final–, pero ambientada en lo que fue el ocaso del peronismo de los '70 y el antecedente de la dictadura (el gobierno de Isabelita, el surgimiento de la triple A). Además, la otra cuestión que me pareció interesante es el ambiente judicial, más que policial, que rodea toda la película: las escenas en Tribunales, en los bares de la zona; los personajes, el lenguaje y las jerarquías legales. También es impresionante la larga escena (plano secuencia) en la cancha de Huracán, que empieza desde el aire y termina con una persecución policial.
Sofi, gran consumidora del género policial, fue la primera en decir que no le había gustado, que el final era "bizarro". Empezamos a charlar sobre la película hilando un poco más fino, y éstas son algunas de las conclusiones a las que llegamos.
El secreto de sus ojos es una película larga, quizás innecesariamente. Tiene muchas escenas hacia el final que intentan, a la vez, esclarecer completamente el crimen y mantener al público atado a la butaca hasta el final, jugando mucho con el recurso de la vuelta de tuerca.
Quizás el mayor punto débil la película sea que lo que da comienzo a la acción en el pasado, la violación y el asesinato de Liliana Coloto, impacta sobre el protagonista (Benjamín Espósito) de manera particular, y además éste se convence rápidamente de que los acusados son perejiles, y que el autor del crimen es un tal Gómez, por cómo está observando a Liliana en una foto. Cuesta creer que un empleado judicial, que ya debe estar acostumbrado a este tipo de casos, se obsesione lo suficiente como para ir hasta Chivilcoy, a dar con el paradero del tal Gómez. Hay, en todo caso, un funcionamiento ficcional de la trama, donde la credibilidad y la verosimilitud de sacrifican para privilegiar la sorpresa y el desenlace inesperado.
Dos tiempos se van entrecruzando en la película: el pasado del caso Morales y la pre-dictadura, y el presente en el que un empleado judicial recién jubilado quiere escribir una novela acerca del caso Morales. La película no juega con algo que hubiera sido, quizás, complejo y a la vez fascinante: la construcción del pasado como novela, como ficción (y que a la vez habría justificado los elementos poco verosímiles de la trama). Hay sólo una parte en que el personaje de Irene cuestiona los hechos tal como los narra el protagonista, por considerarlos inexactos, pero Espósito se planta sosteniendo que fue así como ocurrieron. Me parece que justamente hubiera sido interesante pensar en el relato del pasado como una construcción provisoria y ficticia, creada por el narrador (Espósito) para explicar lo inexplicable.
Espósito no puede ejecutar satisfactoriamente su novela, que otro de los personajes define como "un memorándum largo", justamente porque es incapaz de despegarse de los hechos tal como ocurrieron. En otras palabras, la "novela" no es ficción, sino simplemente un relato autobiográfico, y para terminarla Espósito debe averiguar fehacientemente cuál fue la verdad (los hechos) del caso. Me parece que esa es la razón por la que no alcanzan los relatos de segunda mano (Morales contando cómo asesinó a Gómez, el violador y asesino de su mujer), sino que el protagonista se ve obligado a volver y ver, con sus propios ojos, que Gómez está vivo, prisionero para siempre en una especie de "prisión perpetua" casera ideada por Morales. Cuesta creer, por otra parte, que un represor con poder como Gómez pueda desaparecer sin que luego los militares diesen con su paradero.
La escena, casi al final, en la que Espósito vuelve en el auto y piensa en lo que Morales acaba de contarle, incluso abre un espacio para conjeturar que todo ha sido una equivocación: Morales mató a su mujer, y lo único que hizo Espósito durante su búsqueda fue encubrirlo involuntariamente. Pero rápidamente esta posibilidad –que hubiese requerido cambios en la trama para evitar contradicciones– desaparece.
En una primera lectura, pienso que la película ganó el Oscar porque, al igual que La historia oficial, se mete con el tema de la dictadura (aggiornado), y además porque, como muchas películas yanquis, explica demasiado y le sobran minutos al final.
8.1.10
Wakefield
En noviembre presenté en las XLI Jornadas de Estudios Americanos (entiéndase "Estadounidenses") una ponencia/ensayo sobre "Wakefield", el cuento de Hawthorne. Había dudado mucho en hacerlo, porque me parecía poco académica: casi no tiene citas de autoridad, y es un recorrido textual más de disfrute que de análisis, me parece a mí. Por eso me sigue gustando a pesar de que lo escribí hace por lo menos tres años, o más.
Cuando presenté el trabajo, dije que el personaje de Wakefield "me persigue desde hace algún tiempo". Efectivamente, el año anterior había leído La habitación cerrada, de Auster, y me había resultado perturbadoramente similar a "Wakefield", aunque no sabía si era intencional, o si era mi propia obsesión la que me hacía ver Wakefields por todas partes.
Quizás en ese momento no lo sabía, pero hace poco me di cuenta de que lo que me persigue no es el enigma de por qué Wakefield abandona a su mujer. Por el contrario, tomé conciencia cabal de que siento una identificación profunda con ese personaje irresoluto y especulativo que aparece al comienzo del cuento y después se esfuma. La inacción y pasividad de Wakefield, su estatismo cuando sabe que las cosas van a abalanzarse sobre él, es lo que me identifica. Sólo ahora se me ocurre que quizás el drama de Wakefield es que no sabe qué hacer, y sólo resuelve la situación (toda situación) a las apuradas y sobre la marcha. Tal vez por eso pasa veinte años fuera de su casa y cree que transcurrió apenas una semana.
Hice una lista de cosas a hacer cuando estuviera de vacaciones, y ahora que lo estoy, hay cosas en la lista que aún no hice y que sigo posponiendo. No creo que sea porque no quiero hacerlas: simplemente, como Wakefield, espero que las cosas se abalancen sobre mí, que literalmente me caigan encima. Como un muro, siempre hay algo que se pone delante de mí antes de que pueda realizar "eso que tenía que hacer". Como la entrada que estoy escribiendo en este blog, que se me impuso por sobre otras cosas sin duda más urgentes.
Cuando presenté el trabajo, dije que el personaje de Wakefield "me persigue desde hace algún tiempo". Efectivamente, el año anterior había leído La habitación cerrada, de Auster, y me había resultado perturbadoramente similar a "Wakefield", aunque no sabía si era intencional, o si era mi propia obsesión la que me hacía ver Wakefields por todas partes.
Quizás en ese momento no lo sabía, pero hace poco me di cuenta de que lo que me persigue no es el enigma de por qué Wakefield abandona a su mujer. Por el contrario, tomé conciencia cabal de que siento una identificación profunda con ese personaje irresoluto y especulativo que aparece al comienzo del cuento y después se esfuma. La inacción y pasividad de Wakefield, su estatismo cuando sabe que las cosas van a abalanzarse sobre él, es lo que me identifica. Sólo ahora se me ocurre que quizás el drama de Wakefield es que no sabe qué hacer, y sólo resuelve la situación (toda situación) a las apuradas y sobre la marcha. Tal vez por eso pasa veinte años fuera de su casa y cree que transcurrió apenas una semana.
Hice una lista de cosas a hacer cuando estuviera de vacaciones, y ahora que lo estoy, hay cosas en la lista que aún no hice y que sigo posponiendo. No creo que sea porque no quiero hacerlas: simplemente, como Wakefield, espero que las cosas se abalancen sobre mí, que literalmente me caigan encima. Como un muro, siempre hay algo que se pone delante de mí antes de que pueda realizar "eso que tenía que hacer". Como la entrada que estoy escribiendo en este blog, que se me impuso por sobre otras cosas sin duda más urgentes.
6.1.10
Digo yo...
...¿Esta payasada de que Ricardo Fort esté las 24 horas en tevé, no será sólo una campaña pergeñada por FelFort para vender un poco más de Marroc, Dos Corazones y chocolatines Jack?
Algunos ejemplos burdos:
"Ricardo Fort llora a Sandro"
"Fort le canta a su madre"
"Ricardo Fort fue a ver a Gasalla y revolucionó el centro marplatense"
"Hadad no pudo resistirse al encanto de Fort"
"Encuentro exclusivo: Mickey Rourke-Ricardo Fort"
(A propósito, escuché que va a salir un chocolate Jack ¡con una figura de Ricardo Fort!)
Por si fuera poca la tautología, la playa del millonario en Mardel se llama "FortBeach", y su obra de teatro, "FORTuna".
Otro titular notable, en "Un mundo perfecto", el programa de Pettinato: "Hace 10 minutos que no mencionamos a Ricardo Fort".
De todos modos, la palma se la lleva esta frase de Moyano: De Narváez "sería la versión colorada de Ricardo Fort".
Algunos ejemplos burdos:
"Ricardo Fort llora a Sandro"
"Fort le canta a su madre"
"Ricardo Fort fue a ver a Gasalla y revolucionó el centro marplatense"
"Hadad no pudo resistirse al encanto de Fort"
"Encuentro exclusivo: Mickey Rourke-Ricardo Fort"
(A propósito, escuché que va a salir un chocolate Jack ¡con una figura de Ricardo Fort!)
Por si fuera poca la tautología, la playa del millonario en Mardel se llama "FortBeach", y su obra de teatro, "FORTuna".
Otro titular notable, en "Un mundo perfecto", el programa de Pettinato: "Hace 10 minutos que no mencionamos a Ricardo Fort".
De todos modos, la palma se la lleva esta frase de Moyano: De Narváez "sería la versión colorada de Ricardo Fort".
16.10.09
Chau celular
Involuntaria simetría de este blog: uno de mis primeros posts fue el del momento en que accedí a comprar un celular después de años de resistirme. Supongo que es justo completar la historia con el relato de cómo me lo robaron hoy.
Tomé el subte a Retiro desde la semi-remozada Facultad de Filosofía y Letras, porque hoy le entregaron sus 2 títulos a la Srta. Licenciada y Profesora Mavi (pueden leer sobre sus peripecias en los pasillos judiciales acá). Iba camino a tomar el Plaza a La Plata en esa placita que estuvieron arreglando recientemente, y de la que no pude encontrar el nombre (está entre la Plaza Fuerza Aérea Argentina, la de la Torre de los Ingleses, y la Plaza Canadá, la del tótem), y corté camino por la diagonal que lleva a la boletería. Era de noche y circulaba menos gente. Me salió al paso un flaco, por qué no decirlo, mal vestido y de gorrita, pidiéndome una moneda. Se la di mientras seguía caminando, como una forma de sacármelo de encima, y del otro lado se cruzó otro, de gorrita y campera blanca, diciendo muy rápido algo que no entendí porque no tenía coherencia. Me tomó del brazo y empezó a decirme que le diera la plata, el celular. Claramente estaba dado vuelta; el primero, por lo poco que llegué a apreciar, estaba más lúcido, porque se cruzó por detrás de mí y me manoteó el celular, que yo llevaba junto al cinturón con un porta-celular de cuero que me había regalado Sofi.
El primer flaco desapareció con mi celular en mano, mientras el segundo evidentemente seguía dado vuelta, porque me seguía pidiendo el celular. Le dije que se lo había llevado su amigo mientras le decía que se tranquilice; me manoteó el bolsillo del pantalón preguntándome qué llevaba, y yo le dije que la tarjeta del edificio donde laburo: no me creyó y lo sacó él mismo, se cayeron las llaves de mi casa al piso junto con la tarjeta, y el tipo se escapó. (Por supuesto que todo esto que cuento y trato de racionalizar mientras lo escribo, duró apenas unos segundos.)
Junté rápido la tarjeta y las llaves y fui corriendo a la boletería. Por suerte, se había salvado lo que valía más: mi billetera (esa noche llevaba más plata que lo habitual) con mis tarjetas, cédula, registro, etc., y el MP3 que me regaló Sofi para al cumpleaños, que llevaba en mi otro bolsillo (y hasta tenía los audífonos al cuello). Ni siquiera agarraron el monedero, ¡que yo tenía en la mano! Fue casi una casualidad que manotearan lo primero que pudieron (de poco valor, además), que no me sacaran la billetera ni nada más. No hubo violencia; ni siquiera me agarró demasiado fuerte del brazo, y aunque por supuesto me puse nervioso, no lo estaba tanto porque ninguno de ellos estaba armado.
Después de que los tipos desaparecieron (no quise ni fijarme para qué lado dispararon), fui corriendo hasta la boletería y compré el pasaje del Plaza. Todo hubiera sido mucho más complicado si me hubiesen dejado sin plata. En la cola de Autopista había una señora y un flaco; les pregunté si tenían Personal, explicándoles que me acababan de robar el celular y que necesitaba darlo de baja. Por suerte la señora me prestó el celular para hacer varios llamados. Lo más ridículo del episodio, es que si llamás al 0800 de Personal desde otro teléfono que no sea Personal, ¡la máquina te corta! Con lo cual no podés dar de baja tu teléfono cuando te lo afanan. Así que usé el celular de la señora para contarle a Sofi lo que había pasado, y una vez en casa llamé a mi vieja para que, usando su Personal, diera de baja el mío (todo esto me da una buena excusa para cambiar de compañía y adoptar un celular platense).
Vale decir que es la primera vez que me asaltan. Sofi y yo estuvimos muy cerca de ser asaltados, en uno nuestros primeros años de novios, cuando estábamos entrando al departamento que tienen mis suegros en Capital. Había dos flacos a la entrada del edificio. Uno de ellos parecía borracho y empezó a hacernos un largo discurso sobre que "los pibes no tenían para comprar el arroz". Yo le di un peso y el tipo me puso cara, sonriendo, como haciendo un gesto de "¿¡Sólo esto me das?!", pero en cierta forma bajó la guardia, porque yo le dije a Sofi que entráramos y los tipos no reaccionaron. Digamos que aquella vez la sacamos muy barata.
Cuando uno imagina un robo hipotético, en general pensás cómo reaccionarías. No conozco a nadie que esté en su sano juicio y no te diga "entregales todo, lo material va y viene, lo importante es cuidar la propia vida". Pero además de esto, ahora que me pasó entiendo bien por qué no atiné (ni se me ocurriría hacerlo) a defenderme. La razón más obvia era que ellos eran dos, y yo uno. Eran dos personas, además, sin nada que perder, y al menos uno de ellos estaba dado vuelta por la droga. Pero además de esto, la sensación que tuve cuando me pasó, fue que quería que se fueran: que me sacaran lo que me sacaran y se fueran. Eso fue exactamente lo que hicieron. Y como dije antes, me quedó la billetera, así que pude volverme a mi casa. Sano y salvo.
Estuve pensando varias cosas a partir de este pequeño episodio. La primera, la más obvia, puso en evidencia la ausencia de policía que hay en esa plaza y a esa hora, a pesar de ser una zona muy céntrica y muy transitada. Siempre me desagradó mucho la zona y los alrededores de la estación de Retiro: cada vez que pasaba, aún antes de este incidente, me daba la sensación de un lugar de paso, de transición, en el que no quería estar ni dos segundos. Me invade un apuro cada vez que estoy en Retiro, una urgencia por irme de ahí. Y además ahí está ubicado el lugar que considero el más deprimente del mundo: Rancho topo, la barra de minutas que está en la estación Retiro de la línea "C" del subte.
La segunda cosa: ¿cuánto podrán sacar por ese celular, un viejo Nokia 1600 manchado con pintura gris, sin tapita, sin MP3, sin radio, sin linterna, sin WiFi y con apenas 3 jueguitos? ¿Ya estará convertido en fragmentos de poxipol que suben y bajan por las arrugas de una bolsita de plástico? ¿Para cuántas dosis de paco rinde un celular como ese? Y sobre todo, ¿a quién se lo venderán, a qué feria irá a parar ya desbloqueado, si es que no lo mandan directamente a la basura por inservible?
Y por último: es innegable que estos episodios, cuanto más graves son, más te sacan al enano fascista que llevás adentro. Pero en este caso, más allá del disgusto, tengo que decir que estoy agradecido de que no me pasó nada y que fue, en gran medida, una pérdida insignificante.
Tomé el subte a Retiro desde la semi-remozada Facultad de Filosofía y Letras, porque hoy le entregaron sus 2 títulos a la Srta. Licenciada y Profesora Mavi (pueden leer sobre sus peripecias en los pasillos judiciales acá). Iba camino a tomar el Plaza a La Plata en esa placita que estuvieron arreglando recientemente, y de la que no pude encontrar el nombre (está entre la Plaza Fuerza Aérea Argentina, la de la Torre de los Ingleses, y la Plaza Canadá, la del tótem), y corté camino por la diagonal que lleva a la boletería. Era de noche y circulaba menos gente. Me salió al paso un flaco, por qué no decirlo, mal vestido y de gorrita, pidiéndome una moneda. Se la di mientras seguía caminando, como una forma de sacármelo de encima, y del otro lado se cruzó otro, de gorrita y campera blanca, diciendo muy rápido algo que no entendí porque no tenía coherencia. Me tomó del brazo y empezó a decirme que le diera la plata, el celular. Claramente estaba dado vuelta; el primero, por lo poco que llegué a apreciar, estaba más lúcido, porque se cruzó por detrás de mí y me manoteó el celular, que yo llevaba junto al cinturón con un porta-celular de cuero que me había regalado Sofi.
El primer flaco desapareció con mi celular en mano, mientras el segundo evidentemente seguía dado vuelta, porque me seguía pidiendo el celular. Le dije que se lo había llevado su amigo mientras le decía que se tranquilice; me manoteó el bolsillo del pantalón preguntándome qué llevaba, y yo le dije que la tarjeta del edificio donde laburo: no me creyó y lo sacó él mismo, se cayeron las llaves de mi casa al piso junto con la tarjeta, y el tipo se escapó. (Por supuesto que todo esto que cuento y trato de racionalizar mientras lo escribo, duró apenas unos segundos.)
Junté rápido la tarjeta y las llaves y fui corriendo a la boletería. Por suerte, se había salvado lo que valía más: mi billetera (esa noche llevaba más plata que lo habitual) con mis tarjetas, cédula, registro, etc., y el MP3 que me regaló Sofi para al cumpleaños, que llevaba en mi otro bolsillo (y hasta tenía los audífonos al cuello). Ni siquiera agarraron el monedero, ¡que yo tenía en la mano! Fue casi una casualidad que manotearan lo primero que pudieron (de poco valor, además), que no me sacaran la billetera ni nada más. No hubo violencia; ni siquiera me agarró demasiado fuerte del brazo, y aunque por supuesto me puse nervioso, no lo estaba tanto porque ninguno de ellos estaba armado.
Después de que los tipos desaparecieron (no quise ni fijarme para qué lado dispararon), fui corriendo hasta la boletería y compré el pasaje del Plaza. Todo hubiera sido mucho más complicado si me hubiesen dejado sin plata. En la cola de Autopista había una señora y un flaco; les pregunté si tenían Personal, explicándoles que me acababan de robar el celular y que necesitaba darlo de baja. Por suerte la señora me prestó el celular para hacer varios llamados. Lo más ridículo del episodio, es que si llamás al 0800 de Personal desde otro teléfono que no sea Personal, ¡la máquina te corta! Con lo cual no podés dar de baja tu teléfono cuando te lo afanan. Así que usé el celular de la señora para contarle a Sofi lo que había pasado, y una vez en casa llamé a mi vieja para que, usando su Personal, diera de baja el mío (todo esto me da una buena excusa para cambiar de compañía y adoptar un celular platense).
Vale decir que es la primera vez que me asaltan. Sofi y yo estuvimos muy cerca de ser asaltados, en uno nuestros primeros años de novios, cuando estábamos entrando al departamento que tienen mis suegros en Capital. Había dos flacos a la entrada del edificio. Uno de ellos parecía borracho y empezó a hacernos un largo discurso sobre que "los pibes no tenían para comprar el arroz". Yo le di un peso y el tipo me puso cara, sonriendo, como haciendo un gesto de "¿¡Sólo esto me das?!", pero en cierta forma bajó la guardia, porque yo le dije a Sofi que entráramos y los tipos no reaccionaron. Digamos que aquella vez la sacamos muy barata.
Cuando uno imagina un robo hipotético, en general pensás cómo reaccionarías. No conozco a nadie que esté en su sano juicio y no te diga "entregales todo, lo material va y viene, lo importante es cuidar la propia vida". Pero además de esto, ahora que me pasó entiendo bien por qué no atiné (ni se me ocurriría hacerlo) a defenderme. La razón más obvia era que ellos eran dos, y yo uno. Eran dos personas, además, sin nada que perder, y al menos uno de ellos estaba dado vuelta por la droga. Pero además de esto, la sensación que tuve cuando me pasó, fue que quería que se fueran: que me sacaran lo que me sacaran y se fueran. Eso fue exactamente lo que hicieron. Y como dije antes, me quedó la billetera, así que pude volverme a mi casa. Sano y salvo.
Estuve pensando varias cosas a partir de este pequeño episodio. La primera, la más obvia, puso en evidencia la ausencia de policía que hay en esa plaza y a esa hora, a pesar de ser una zona muy céntrica y muy transitada. Siempre me desagradó mucho la zona y los alrededores de la estación de Retiro: cada vez que pasaba, aún antes de este incidente, me daba la sensación de un lugar de paso, de transición, en el que no quería estar ni dos segundos. Me invade un apuro cada vez que estoy en Retiro, una urgencia por irme de ahí. Y además ahí está ubicado el lugar que considero el más deprimente del mundo: Rancho topo, la barra de minutas que está en la estación Retiro de la línea "C" del subte.
La segunda cosa: ¿cuánto podrán sacar por ese celular, un viejo Nokia 1600 manchado con pintura gris, sin tapita, sin MP3, sin radio, sin linterna, sin WiFi y con apenas 3 jueguitos? ¿Ya estará convertido en fragmentos de poxipol que suben y bajan por las arrugas de una bolsita de plástico? ¿Para cuántas dosis de paco rinde un celular como ese? Y sobre todo, ¿a quién se lo venderán, a qué feria irá a parar ya desbloqueado, si es que no lo mandan directamente a la basura por inservible?
Y por último: es innegable que estos episodios, cuanto más graves son, más te sacan al enano fascista que llevás adentro. Pero en este caso, más allá del disgusto, tengo que decir que estoy agradecido de que no me pasó nada y que fue, en gran medida, una pérdida insignificante.
13.10.09
Imágenes precarias
Tremenda la muestra que organiza la AGD de la Facultad de Filosofía y Letras, en el marco de la Encuesta sobre condiciones y medio ambiente del trabajo. Aunque recientemente le pintaron la cara a algunos sectores de la Facultad (por ejemplo, el aula donde fue la jura de mi título), por lo visto la precariedad edilicia se mantiene. Para muestra, basta un botón:
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3.10.09
¿Por qué engordan los casados...?
El viejo chiste dice que el soltero llega a su casa, abre la heladera, ve lo que hay y se va a la cama, y que el casado llega a su casa, va a la cama, ve lo que hay y se va a la heladera...
1. No hay foto de ella, pero recuerdo bien lo que fue nuestro primer almuerzo en la casa: fui a una casa de comidas que está a 3 cuadras y compré una tarta con berenjenas en escabeche y una Coca-cola. También hay que mencionar el asadito con Willy y Agus, que fue simultáneamente un estreno de la parrillita y nuestra primera cena en casa, aunque prácticamente carecíamos de todo elemento culinario (tuvimos que traer los vasos y cubiertos de lo de Sofi, porque todavía no los habíamos mudado).
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6. Debido a lo barata que está la verdura, solemos comerla bastante seguido en tartas, tortillas y budines. A los dos nos gustan mucho la coliflor, el brócoli, la espinaca y la acelga, así que esos elementos se repiten bastante (en combinaciones diversas) como rellenos de tarta, habitualmente con mozarella o queso cremoso. Como rareza, puedo mencionar la tortilla de hojas de remolacha y brotes de soja (buenísima por la combinación blando/crocante), y la tarta de brócoli y brotes de alfalfa. En sí esos brotes son un poco insípidos, pero le dan una consistencia interesante al relleno, un poco más densa o fibrosa, porque son muy finos.
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14. Un fin de semana (habrá sido un sábado, a mediados de septiembre), nos pusimos a hacer relleno de empanadas de carne, para cocinar en gran cantidad y congelar. Mis almuerzos en IES (mi laburo en Capital) lo agradecen enormemente. Hicimos empanadas salteñas, porque yo no soy muy amante del huevo duro ni las aceitunas.
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Pero más allá de esto, acá ofrezco una explicación alternativa de por qué se supone que engordan los casados (aunque no me parece que nos esté ocurriendo particularmente a nosotros): quizás porque por fin te dedicás a preparar y comer sólo lo que te gusta.
En estos meses de convivencia solos (2 meses y 1 semana: recuerdo bien que nos mudamos el día del amigo, en plena emergencia de gripe A y vacaciones), nos dimos el gusto de comer algunas cosas que hubiesen sido infaliblemente bochadas en casa de nuestros padres. Estamos consumiendo bastante verdura, a veces fuera de lo común (por ejemplos, hojas de remolacha, brotes de alfalfa, y todo lo que se vea lindo y no esté muy caro) y mucha legumbre y cereal "raro" (lentejas, trigo burgol, arroz, quinua, y la cebada resultó ser interesante, parecida al arroz, quizás más dulzona). La comida siempre ocupa una parte importante de nuestro día. Es rarísimo que compremos comida hecha, y casi siempre es el momento de relajarse y ver un poco de tele mientras comemos (además, descubrimos otro hecho importante: se puede vivir sin cable, con una antena de aire bien puesta).
Estas fotos son un muestrario más o menos variado de muchas de las que fueron nuestras comidas en estos meses, por esa compulsión un poco ridícula que tengo de sacarles fotos a los platos. ¡La mayoría me trae gratos recuerdos...!
1. No hay foto de ella, pero recuerdo bien lo que fue nuestro primer almuerzo en la casa: fui a una casa de comidas que está a 3 cuadras y compré una tarta con berenjenas en escabeche y una Coca-cola. También hay que mencionar el asadito con Willy y Agus, que fue simultáneamente un estreno de la parrillita y nuestra primera cena en casa, aunque prácticamente carecíamos de todo elemento culinario (tuvimos que traer los vasos y cubiertos de lo de Sofi, porque todavía no los habíamos mudado).
2. Éste es un guiso que comimos la noche de la mudanza, aprovechando unos porotos blancos que teníamos. Tenía mucha verdura y venía bien para combatir el frío de la época.
3. Una de las primeras "inauguraciones" de la casa: carbonada con amigos a fines de julio (previa picada) estrenando la ollita de hierro que compramos. La receta es de Felisa Ramos, la mujer que nos alojó en Cafayate, Salta. Las otras dos, con mi familia y con los Calvente respectivamente, usando la parrilla porque el día estaba lindo, y porque un buen asado al pan es lo más fácil para alimentar mucha gente.
4. Una riquísima tortilla de verdura (papa, batata, calabaza, perejil) hecha al horno: un gran invento que descubrimos en Samay Huasi, la casa de descanso de la UNLP en La Rioja, donde teníamos pensión completa y nos embuchaban de lo lindo.
5. Creaciones con pollo. En general, siempre compramos patamuslo, congelamos y vamos descongelando: solemos comer pollo más o menos una vez por semana. (Ah, y también milanesas de pollo los sábados al mediodía, hechas al horno). El primero es un pollo a la cacerola con tomate, papa y papines andinos y una provenzal con bastante ajo. El segundo, picante de pollo con quinua y papa hervida. La receta es del libro Cocina criolla. Guisos, cazuelas y sobremesa (ed. de Ricardo Sabanes. Buenos Aires, Emecé, 2004), que me regalaron Bebi y Angie, y que me encanta.
7. Un gran plato de la familia Calvente: polenta al horno con bolognesa y queso. Imbatible contra el frío.
8. Últimamente estuvimos tratando de comprar más pescado. La primera vez fue un "pez pollo" (sic) con puré de batata, y la segunda, unos pejerreyes chiquitos que hicimos fritos y que estaban increíbles (a mí lo frito siempre me tira más que a Sofi, siguiendo con la tradición Costantini-del Campo).
9. Son bastante trabajosas de hacer, pero muy ricas: berenjenas a la napolitana. El problema es que hay que cocinar las berenjenas antes, a la plancha con oliva o Fritolim, y recién después armar la torre de berenjenas, salsa de tomate y queso. Igualmente es un flor de plato. Otra variante que salió muy rica fueron las berenjenas al horno, rellenas con carne picada y cebada. Muy buenas.
10. No tengo foto, pero sí el recuerdo de un increíble "risotto rojo" con arroz, remolacha y queso sardo, otro gran plato contra el frío. La receta la saqué de Internet, y no falla. Y lo que me dio mucho más trabajo fueron los ñoquis de remolacha, cuya receta estaba en el Gran libro Clarín de cocina italiana, de Blanca Cotta y Ennio Carota (antes de ser un pendeviejo boludo que se la pasa criticando el risotto y tiramisú de los demás). Les puse una salsa bastante sencilla de hongos secos, tomate, cebolla y oliva, y lamentablemente todavía no tenía aromáticas frescas para agregarles.
11. Este plato fue bastante experimental, y salió mucho mejor de lo que esperábamos. Buscamos alguna receta que nos permitiera aprovechar las pencas de acelga, y la encontramos en Cómo cocinar sin carne. 1051 recetas, de Clara de Hess (Buenos Aires, Distal, 1990). Esta receta, que lleva el curioso nombre de "Emparedados de pencas de acelga con queso", no es otra cosa que pencas de acelga previamente hervidas, con las que se hace un "sándwich" que tenga en medio un pedazo de mozarella. Se pasa por huevo y pan rallado y se fríe. Son riquísimas. Y se puede hacer lo mismo con el cardo, si se consigue.
12. Ya comenzando septiembre, Sofi se lució con un panini relleno de espinaca y queso.
13. Un buenísimo guiso de lentejas, en dos versiones: la primera, con carne; la segunda, con cebada.
14. Un fin de semana (habrá sido un sábado, a mediados de septiembre), nos pusimos a hacer relleno de empanadas de carne, para cocinar en gran cantidad y congelar. Mis almuerzos en IES (mi laburo en Capital) lo agradecen enormemente. Hicimos empanadas salteñas, porque yo no soy muy amante del huevo duro ni las aceitunas.
15. Un lujo de tarta: ricotta, champignón y puerro.
16. Con un pedazo de palomita que teníamos congelada de la carbonada, hicimos este estofado de carne para comer con fideos. Me encanta comer pasta con estofado cada tanto.
17. Estos son dos panes alemanes que preparé un sábado a la noche, para comer con picada y cerveza mientras veíamos una película (y de paso aprovechar la cerveza sin gas que me sobra y que voy guardando). El resto lo congelamos y estaba bárbaro para comer con miel o mermelada en el desayuno.
18. Otro gran plato de mi suegra Renée: la "pizza Loprete", una tarta de espinaca con dos tapas, que lleva encima relleno de pizza; en este caso, enriquecido con anchoas y aceitunas.
19. De postre, los dejo con una foto de las increíbles cosas que hizo Sofi para mi cumpleaños: torta de Lintz, mini-tortitas negras, pepas de membrillo y sésamo, crumble de pera, avena y azúcar negra, y el espectacular rogel que hizo de torta principal. Tampoco puedo dejar de mencionar las tortas que trajo Angie, que arrasaron en éxito.
26.12.08
Más sobre el casamiento
Acabo de publicar un post viejo sobre el casamiento, que tenía a medio escribir. La fecha de publicación es vieja porque data de cuando comencé a escribirlo.
Ahora estoy considerando escribir este blog en dos tiempos simultáneos: el presente y el pasado, porque si no irremediablemente me condenaría a escribir siempre sobre lo que pasó hace mucho, y nunca sobre lo más reciente, que tiene una frescura innegable. De todas formas, después se pueden ir alterando las fechas y reordenando los posts para dar lugar a un relato (más o menos) coherente.
Por eso, cuento algo del presente más inmediato.
Hoy pasamos Navidad con doble sesión familiar; a partir del mediodía, en casa de mi tía Juana, por parte de la familia de mi viejo. Y a la noche, en lo de mi tía Patty, hermana de mamá. Aproveché y estuve repartiendo invitaciones para el casamiento, diseñadas con muy buen gusto por la hermana de Sofi (aprovecho y paso el chivo platense: Paula Calvente - Diseñadora de Comunicación Visual - Tel. (0221) 482 6771 - E-mail: calventedis@yahoo.com.ar. Toda la papeleria para tu fiesta. Invitaciones, participaciones, agradecimientos. Diseños exclusivos.)
Tuvimos idas y vueltas con la tarjeta del casamiento, porque al principio eran muchos los elementos que queríamos incluir: una viñeta elegida por Sofi, el fragmento de un poema de Edgar Bayley elegido por mí, más toda la información acerca del casamiento. Me acuerdo bien que estuvimos una noche entera pensando en cómo redactar las invitaciones y participaciones (sí, un Profesor en Letras y una Comunicadora Social, que juntos no podían redactar la tarjeta de un casamiento). Tomé como referencia la invitación al casamiento de María Laura, una maestra del colegio donde trabajo que se casó en septiembre, pero la dificultad nuestra residía en que no nos casamos por iglesia. Por eso, la "participación" es en realidad una notificación de que nos casamos, no una invitación para que la persona "participe" en algo con nosotros. Esto sigue generando malentendidos; en primer lugar, porque mucha gente (al menos, gente de cierta edad y de ciertos círculos sociales) asume inmediatamente que te casás por iglesia, y tiende a preguntar directamente en dónde. Y en segundo lugar, porque algunos leen la participación como una invitación a asistir a la fiesta, a la que sencillamente le faltan datos (me pasó exactamente eso esta semana).
Acá hay algunas de las opciones que estuvimos manejando para la tarjeta.
La primera versión no le gustaba a la mamá de Sofi, que decía que la corona que rodea a las manitos es "funeraria".
La segunda versión me pareció horrible a mí, y a mi mamá también. Creo que son esas tarjetas de las que uno se termina arrepintiendo.
Y la tercera versión es la sugerencia de Paula, naturalmente más despojada que las demás, porque proviene de una diseñadora.
Finalmente nos decidimos por la primera versión, que se cierra y abre como una especie de ventana, con un sticker sellándola donde se lee "un cielo nuevo nos abre su puerta lateral". Pero quedó bien porque las letras y el sticker tienen color verde inglés, así que la tarjeta quedó bastante sobria, pero con algunos detalles que la realzan, me parece.
La elección de los invitados sigue siendo un motivo de discordia, sobre todo en familias numerosas y fiestas grandes como lo va a ser mi casamiento. Esta semana estuvimos media hora discutiendo en la mesa con mi hermana, que a toda costa quería invitar a trece amigas a la fiesta (y dos de ellas a comer). Finalmente negociamos unas seis/siete amigas como máximo. Pero ahora mis hermanos exigen igualdad de condiciones en la cantidad de amigos por invitar.
También me pasó que hubo dos primos de una familia muy numerosa, todos hijos de la misma tía, a quienes no invité por antecedentes que no viene al caso mencionar, y uno de ellos me encaró hoy felicitándome por el casamiento, y a la vez diciendo que él no había recibido "el parte". Fue una situación bastante incómoda, pero prefiero eso a que haya malentendidos y que gente que no fue invitada termine cayendo a la fiesta.
Pienso en los grandes ejemplos de la literatura, el cine y las demás artes, y sigo confirmando que, junto a los funerales, el casamiento sigue siendo el elemento más movilizador a nivel social, porque irremediablemente trae todo lo que está latente y oculto a la superficie. Si queremos mirarlo o no, esa ya es otra cuestión.
Ahora estoy considerando escribir este blog en dos tiempos simultáneos: el presente y el pasado, porque si no irremediablemente me condenaría a escribir siempre sobre lo que pasó hace mucho, y nunca sobre lo más reciente, que tiene una frescura innegable. De todas formas, después se pueden ir alterando las fechas y reordenando los posts para dar lugar a un relato (más o menos) coherente.
Por eso, cuento algo del presente más inmediato.
Hoy pasamos Navidad con doble sesión familiar; a partir del mediodía, en casa de mi tía Juana, por parte de la familia de mi viejo. Y a la noche, en lo de mi tía Patty, hermana de mamá. Aproveché y estuve repartiendo invitaciones para el casamiento, diseñadas con muy buen gusto por la hermana de Sofi (aprovecho y paso el chivo platense: Paula Calvente - Diseñadora de Comunicación Visual - Tel. (0221) 482 6771 - E-mail: calventedis@yahoo.com.ar. Toda la papeleria para tu fiesta. Invitaciones, participaciones, agradecimientos. Diseños exclusivos.)
Tuvimos idas y vueltas con la tarjeta del casamiento, porque al principio eran muchos los elementos que queríamos incluir: una viñeta elegida por Sofi, el fragmento de un poema de Edgar Bayley elegido por mí, más toda la información acerca del casamiento. Me acuerdo bien que estuvimos una noche entera pensando en cómo redactar las invitaciones y participaciones (sí, un Profesor en Letras y una Comunicadora Social, que juntos no podían redactar la tarjeta de un casamiento). Tomé como referencia la invitación al casamiento de María Laura, una maestra del colegio donde trabajo que se casó en septiembre, pero la dificultad nuestra residía en que no nos casamos por iglesia. Por eso, la "participación" es en realidad una notificación de que nos casamos, no una invitación para que la persona "participe" en algo con nosotros. Esto sigue generando malentendidos; en primer lugar, porque mucha gente (al menos, gente de cierta edad y de ciertos círculos sociales) asume inmediatamente que te casás por iglesia, y tiende a preguntar directamente en dónde. Y en segundo lugar, porque algunos leen la participación como una invitación a asistir a la fiesta, a la que sencillamente le faltan datos (me pasó exactamente eso esta semana).
Acá hay algunas de las opciones que estuvimos manejando para la tarjeta.



Finalmente nos decidimos por la primera versión, que se cierra y abre como una especie de ventana, con un sticker sellándola donde se lee "un cielo nuevo nos abre su puerta lateral". Pero quedó bien porque las letras y el sticker tienen color verde inglés, así que la tarjeta quedó bastante sobria, pero con algunos detalles que la realzan, me parece.
La elección de los invitados sigue siendo un motivo de discordia, sobre todo en familias numerosas y fiestas grandes como lo va a ser mi casamiento. Esta semana estuvimos media hora discutiendo en la mesa con mi hermana, que a toda costa quería invitar a trece amigas a la fiesta (y dos de ellas a comer). Finalmente negociamos unas seis/siete amigas como máximo. Pero ahora mis hermanos exigen igualdad de condiciones en la cantidad de amigos por invitar.
También me pasó que hubo dos primos de una familia muy numerosa, todos hijos de la misma tía, a quienes no invité por antecedentes que no viene al caso mencionar, y uno de ellos me encaró hoy felicitándome por el casamiento, y a la vez diciendo que él no había recibido "el parte". Fue una situación bastante incómoda, pero prefiero eso a que haya malentendidos y que gente que no fue invitada termine cayendo a la fiesta.
Pienso en los grandes ejemplos de la literatura, el cine y las demás artes, y sigo confirmando que, junto a los funerales, el casamiento sigue siendo el elemento más movilizador a nivel social, porque irremediablemente trae todo lo que está latente y oculto a la superficie. Si queremos mirarlo o no, esa ya es otra cuestión.
29.11.08
Verde-amarelo
Este fue un año intenso para mí, capoerísticamente hablando.
Como empecé a dar el taller literario de los sábados a la mañana, ya no estaba yendo más para lo de Sofi los viernes. Y además muchas veces quería salir los viernes, pero haciendo algo tranquilo para no llegar destruido a la clase de los sábados.
Las rodas de capoeira del Gimnasio, que son los viernes a la tarde-noche, fueron ideales en ese sentido, porque podía descargar las energías de la semana y arrancar bien el finde.
Además, aprendí mucho sobre capoeira, mejoré un poco en lo musical (porque para ser buen capoeirista, también tenés que poder cantar las canciones, tocar el berimbau, los instrumentos...), y sobre todo me divertí mucho. Las rodas son lo que le da sentido al entrenamiento de toda la semana.
No estaba en mis planes cambiar el cordel (un cambio de cordel implica siempre un avance en tu nivel de capoeira): no me creía capaz, me parecía mejor el año que viene. Pero cuando vi mi nombre en la lista para verde-amarelo, me pareció que podía tomar el desafío y hacer el intento. Así que estuve entrenando todo lo que pude antes del batizado, que fue a principios de este mes.
En capoeira, te "bautizás" al obtener tu primer cordel, el verde, cosa que yo hice el año pasado. Es algo así como la entrada oficial a la capoeira. Después, hacés "trocas" (cambios) de cordel: es algo semejante a los cinturones de las artes marciales.
Después de verde viene verde-amarelo. Después, amarelo, que ya implica un mayor dominio de los instrumentos (fundamentalmente, el berimbau), y un mejor nivel de capoeira. Azul-amarelo es un paso grande, y el umbral mayor es azul, porque ahí pasás a ser "formado": se supone que tenés que empezar a dar clases y enseñar lo que sabés, y que podés bautizar a la gente y darles entrada a la capoeira. A partir de ahí, vas haciendo tu camino como profesor, y ya implica que estás comprometido con la capoeira como arte integral: a nivel físico, docente, musical e incluso filosófico.
El 25 de octubre tuve el "examen" de verde-amarelo, que consiste en hacer una o varias de las cuatro secuencias básicas creadas por Mestre Bimba (1899-1974), el hombre que institucionalizó la capoeira. Nuestro "jurado" o panel de examinadores eran el Mestre Marcos Gytaúna, que dirige la Asociación Argentina de Capoeira, y dos mestres invitados de Brasil: Alfredo y Boa Gente. Yo estaba nervioso, no sólo por el hecho de dar examen, sino porque no tenía dupla (pareja) para hacer las secuencias. O sea que, por más que hubiera estado entrenando y practicando, las cosas podían salir mal si mi pareja se equivocaba.
Por suerte no fue el caso: me tocó con un pibe que la tenía clara y que se ve que había practicado las secuencias. Hubo dos o tres errores técnicos, pero nada grave al fin y al cabo.
El sábado siguiente fue el "batizado", el evento anual en el que se bautiza a los "ceros" (capoeristas sin cordel) y se les da el cordel verde, y en el que los que dan examen tienen que jogar con capoeristas de mayor graduación para que les entreguen su cordel.
Para ser sincero, me gustó más el batizado del año pasado. Había más gente y me pareció más variado, más entretenido. Además, este año me quedé casi todo el evento. No suelo invitar a nadie (ni siquiera a mi familia), porque son eventos largos y repetitivos, y en definitiva es muy poco tiempo el que uno pasa jogando capoeira.
Por otra parte, la gente que no entiende de capoeira, después de la primera media hora razonablemente se cansa y quiere romperle el atabaque en la cabeza a alguien; en ese sentido, las rodas son mucho más entretenidas.
No sé por qué razón se atrasó tanto el batizado, porque estábamos convocados para las 10, y habrá comenzado recién a las 12.30. Creo que yo estuve ahí como hasta las 20. Me tocó jogar con una chica, que creo que se apoda Nativa, y después con Leo, un gran capoeirista que se "formó" este año (su examen de la semana anterior fue perfecto, impresionante) y que entrena y da clases en nuestro gimnasio. Más allá de las cosas que escribí más arriba, para mí fue buenísimo poder cambiar de cordel: fue imponerme un desafío y superarlo. Ir a los batizados siempre suma un poco en este aprendizaje.
¡Acá cuelgo algunas fotos de ese día, ya en casa, con la remera del batizado de este año y el flamante cordel...!




Como empecé a dar el taller literario de los sábados a la mañana, ya no estaba yendo más para lo de Sofi los viernes. Y además muchas veces quería salir los viernes, pero haciendo algo tranquilo para no llegar destruido a la clase de los sábados.
Las rodas de capoeira del Gimnasio, que son los viernes a la tarde-noche, fueron ideales en ese sentido, porque podía descargar las energías de la semana y arrancar bien el finde.
Además, aprendí mucho sobre capoeira, mejoré un poco en lo musical (porque para ser buen capoeirista, también tenés que poder cantar las canciones, tocar el berimbau, los instrumentos...), y sobre todo me divertí mucho. Las rodas son lo que le da sentido al entrenamiento de toda la semana.
No estaba en mis planes cambiar el cordel (un cambio de cordel implica siempre un avance en tu nivel de capoeira): no me creía capaz, me parecía mejor el año que viene. Pero cuando vi mi nombre en la lista para verde-amarelo, me pareció que podía tomar el desafío y hacer el intento. Así que estuve entrenando todo lo que pude antes del batizado, que fue a principios de este mes.
En capoeira, te "bautizás" al obtener tu primer cordel, el verde, cosa que yo hice el año pasado. Es algo así como la entrada oficial a la capoeira. Después, hacés "trocas" (cambios) de cordel: es algo semejante a los cinturones de las artes marciales.
Después de verde viene verde-amarelo. Después, amarelo, que ya implica un mayor dominio de los instrumentos (fundamentalmente, el berimbau), y un mejor nivel de capoeira. Azul-amarelo es un paso grande, y el umbral mayor es azul, porque ahí pasás a ser "formado": se supone que tenés que empezar a dar clases y enseñar lo que sabés, y que podés bautizar a la gente y darles entrada a la capoeira. A partir de ahí, vas haciendo tu camino como profesor, y ya implica que estás comprometido con la capoeira como arte integral: a nivel físico, docente, musical e incluso filosófico.
El 25 de octubre tuve el "examen" de verde-amarelo, que consiste en hacer una o varias de las cuatro secuencias básicas creadas por Mestre Bimba (1899-1974), el hombre que institucionalizó la capoeira. Nuestro "jurado" o panel de examinadores eran el Mestre Marcos Gytaúna, que dirige la Asociación Argentina de Capoeira, y dos mestres invitados de Brasil: Alfredo y Boa Gente. Yo estaba nervioso, no sólo por el hecho de dar examen, sino porque no tenía dupla (pareja) para hacer las secuencias. O sea que, por más que hubiera estado entrenando y practicando, las cosas podían salir mal si mi pareja se equivocaba.
Por suerte no fue el caso: me tocó con un pibe que la tenía clara y que se ve que había practicado las secuencias. Hubo dos o tres errores técnicos, pero nada grave al fin y al cabo.
El sábado siguiente fue el "batizado", el evento anual en el que se bautiza a los "ceros" (capoeristas sin cordel) y se les da el cordel verde, y en el que los que dan examen tienen que jogar con capoeristas de mayor graduación para que les entreguen su cordel.
Para ser sincero, me gustó más el batizado del año pasado. Había más gente y me pareció más variado, más entretenido. Además, este año me quedé casi todo el evento. No suelo invitar a nadie (ni siquiera a mi familia), porque son eventos largos y repetitivos, y en definitiva es muy poco tiempo el que uno pasa jogando capoeira.
Por otra parte, la gente que no entiende de capoeira, después de la primera media hora razonablemente se cansa y quiere romperle el atabaque en la cabeza a alguien; en ese sentido, las rodas son mucho más entretenidas.
No sé por qué razón se atrasó tanto el batizado, porque estábamos convocados para las 10, y habrá comenzado recién a las 12.30. Creo que yo estuve ahí como hasta las 20. Me tocó jogar con una chica, que creo que se apoda Nativa, y después con Leo, un gran capoeirista que se "formó" este año (su examen de la semana anterior fue perfecto, impresionante) y que entrena y da clases en nuestro gimnasio. Más allá de las cosas que escribí más arriba, para mí fue buenísimo poder cambiar de cordel: fue imponerme un desafío y superarlo. Ir a los batizados siempre suma un poco en este aprendizaje.
¡Acá cuelgo algunas fotos de ese día, ya en casa, con la remera del batizado de este año y el flamante cordel...!
22.10.08
Fiesta de la lectura
El sábado pasado se realizó la Fiesta de la lectura de la municipalidad de Vicente López, en la que participé como jurado de los Juegos florales (un concurso literario). Pueden encontrar un muy bonito registro de la jornada en el blog Vicente López Lee.
Por suerte tocó un día espectacular, así que a la tarde nos fuimos a tomar unos mates al río con Flor, una amiga que pasó de visita...
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