16.10.09

Chau celular

Involuntaria simetría de este blog: uno de mis primeros posts fue el del momento en que accedí a comprar un celular después de años de resistirme. Supongo que es justo completar la historia con el relato de cómo me lo robaron hoy.

Tomé el subte a Retiro desde la semi-remozada Facultad de Filosofía y Letras, porque hoy le entregaron sus 2 títulos a la Srta. Licenciada y Profesora Mavi (pueden leer sobre sus peripecias en los pasillos judiciales acá). Iba camino a tomar el Plaza a La Plata en esa placita que estuvieron arreglando recientemente, y de la que no pude encontrar el nombre (está entre la Plaza Fuerza Aérea Argentina, la de la Torre de los Ingleses, y la Plaza Canadá, la del tótem), y corté camino por la diagonal que lleva a la boletería. Era de noche y circulaba menos gente. Me salió al paso un flaco, por qué no decirlo, mal vestido y de gorrita, pidiéndome una moneda. Se la di mientras seguía caminando, como una forma de sacármelo de encima, y del otro lado se cruzó otro, de gorrita y campera blanca, diciendo muy rápido algo que no entendí porque no tenía coherencia. Me tomó del brazo y empezó a decirme que le diera la plata, el celular. Claramente estaba dado vuelta; el primero, por lo poco que llegué a apreciar, estaba más lúcido, porque se cruzó por detrás de mí y me manoteó el celular, que yo llevaba junto al cinturón con un porta-celular de cuero que me había regalado Sofi.
El primer flaco desapareció con mi celular en mano, mientras el segundo evidentemente seguía dado vuelta, porque me seguía pidiendo el celular. Le dije que se lo había llevado su amigo mientras le decía que se tranquilice; me manoteó el bolsillo del pantalón preguntándome qué llevaba, y yo le dije que la tarjeta del edificio donde laburo: no me creyó y lo sacó él mismo, se cayeron las llaves de mi casa al piso junto con la tarjeta, y el tipo se escapó. (Por supuesto que todo esto que cuento y trato de racionalizar mientras lo escribo, duró apenas unos segundos.)
Junté rápido la tarjeta y las llaves y fui corriendo a la boletería. Por suerte, se había salvado lo que valía más: mi billetera (esa noche llevaba más plata que lo habitual) con mis tarjetas, cédula, registro, etc., y el MP3 que me regaló Sofi para al cumpleaños, que llevaba en mi otro bolsillo (y hasta tenía los audífonos al cuello). Ni siquiera agarraron el monedero, ¡que yo tenía en la mano! Fue casi una casualidad que manotearan lo primero que pudieron (de poco valor, además), que no me sacaran la billetera ni nada más. No hubo violencia; ni siquiera me agarró demasiado fuerte del brazo, y aunque por supuesto me puse nervioso, no lo estaba tanto porque ninguno de ellos estaba armado.
Después de que los tipos desaparecieron (no quise ni fijarme para qué lado dispararon), fui corriendo hasta la boletería y compré el pasaje del Plaza. Todo hubiera sido mucho más complicado si me hubiesen dejado sin plata. En la cola de Autopista había una señora y un flaco; les pregunté si tenían Personal, explicándoles que me acababan de robar el celular y que necesitaba darlo de baja. Por suerte la señora me prestó el celular para hacer varios llamados. Lo más ridículo del episodio, es que si llamás al 0800 de Personal desde otro teléfono que no sea Personal, ¡la máquina te corta! Con lo cual no podés dar de baja tu teléfono cuando te lo afanan. Así que usé el celular de la señora para contarle a Sofi lo que había pasado, y una vez en casa llamé a mi vieja para que, usando su Personal, diera de baja el mío (todo esto me da una buena excusa para cambiar de compañía y adoptar un celular platense).

Vale decir que es la primera vez que me asaltan. Sofi y yo estuvimos muy cerca de ser asaltados, en uno nuestros primeros años de novios, cuando estábamos entrando al departamento que tienen mis suegros en Capital. Había dos flacos a la entrada del edificio. Uno de ellos parecía borracho y empezó a hacernos un largo discurso sobre que "los pibes no tenían para comprar el arroz". Yo le di un peso y el tipo me puso cara, sonriendo, como haciendo un gesto de "¿¡Sólo esto me das?!", pero en cierta forma bajó la guardia, porque yo le dije a Sofi que entráramos y los tipos no reaccionaron. Digamos que aquella vez la sacamos muy barata.

Cuando uno imagina un robo hipotético, en general pensás cómo reaccionarías. No conozco a nadie que esté en su sano juicio y no te diga "entregales todo, lo material va y viene, lo importante es cuidar la propia vida". Pero además de esto, ahora que me pasó entiendo bien por qué no atiné (ni se me ocurriría hacerlo) a defenderme. La razón más obvia era que ellos eran dos, y yo uno. Eran dos personas, además, sin nada que perder, y al menos uno de ellos estaba dado vuelta por la droga. Pero además de esto, la sensación que tuve cuando me pasó, fue que quería que se fueran: que me sacaran lo que me sacaran y se fueran. Eso fue exactamente lo que hicieron. Y como dije antes, me quedó la billetera, así que pude volverme a mi casa. Sano y salvo.

Estuve pensando varias cosas a partir de este pequeño episodio. La primera, la más obvia, puso en evidencia la ausencia de policía que hay en esa plaza y a esa hora, a pesar de ser una zona muy céntrica y muy transitada. Siempre me desagradó mucho la zona y los alrededores de la estación de Retiro: cada vez que pasaba, aún antes de este incidente, me daba la sensación de un lugar de paso, de transición, en el que no quería estar ni dos segundos. Me invade un apuro cada vez que estoy en Retiro, una urgencia por irme de ahí. Y además ahí está ubicado el lugar que considero el más deprimente del mundo: Rancho topo, la barra de minutas que está en la estación Retiro de la línea "C" del subte.
La segunda cosa: ¿cuánto podrán sacar por ese celular, un viejo Nokia 1600 manchado con pintura gris, sin tapita, sin MP3, sin radio, sin linterna, sin WiFi y con apenas 3 jueguitos? ¿Ya estará convertido en fragmentos de poxipol que suben y bajan por las arrugas de una bolsita de plástico? ¿Para cuántas dosis de paco rinde un celular como ese? Y sobre todo, ¿a quién se lo venderán, a qué feria irá a parar ya desbloqueado, si es que no lo mandan directamente a la basura por inservible?
Y por último: es innegable que estos episodios, cuanto más graves son, más te sacan al enano fascista que llevás adentro. Pero en este caso, más allá del disgusto, tengo que decir que estoy agradecido de que no me pasó nada y que fue, en gran medida, una pérdida insignificante.

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