7.6.07

Sombras y niebla /1


El día de hoy me sorprendió por la niebla. Dos veces.
A la mañana, cuando salí un poco desabrigado creyendo que el calorcito de estos últimos días se prolongaba. Y efectivamente así fue, de no ser por la humedad que había, que como todos sabemos no hace más que llevar el clima a sus extremos: en verano, calor pegotado; en invierno, el frío que "te cala" (sea lo que sea ese "calar", cuyo significado nunca tuve bien en claro).

Al mediodía estaba muy agradable, pero se sentía todavía la niebla, la humedad en el aire. Los rayos del sol tomaban un espesor muy particular y agradable. Pensé en un verso aislado para un poema que no concreté: los rayos del sol cortan la niebla como un cuchillo. (Malísimo.)

La niebla me volvió a sorprender a la tarde, me tiré a dormir una horita porque no podía más del sueño (anoche me había acostado tarde, corrigiendo pruebas y cerrando notas), y cuando desperté y salí para la Facultad no podía creer cómo la niebla lo cubría todo: literalmente no veías más allá de un par de metros de distancia. Por la radio había escuchado que a la mañana la autopista Buenos Aires-La Plata se cerró por la niebla (!). Ahora me acuerdo de ese cuento que escribí y corregí varias veces, Benoît, basado libremente en un alucinógeno viaje a La Plata por autopista, de noche, en el que llegué a pensar que me iba a hacer mierda por culpa de la niebla. Supongo que lo postearé acá en breve.

Cada vez que hay mucha niebla me acuerdo de la (no menos alucinógena) frustrada novela de iniciación de Cortázar, El examen, escrita a mediados de 1950, publicada póstumamente con una Nota dudosa, aunque ciertamente cortazariana: "...Como la publicación del libro era entonces imposible, sólo lo leyeron algunos amigos. Más adelante y desde muy lejos supe que esos mismos amigos habían creído ver en ciertos episodios una premonición de acontecimientos que ilustraron nuestros anales [sic] en 1952 y 53. No me sentí feliz por haber acertado a esas quinielas necrológicas y edilicias".
Es una novela que desborda por varios flancos, con líneas y puntos de fuga que Cortázar retomaría a lo largo de toda su obra (mal que le pese). En medio de una Buenos Aires distorsionada por el advenimiento del peronismo, en la que gente venida del interior se congrega en la Plaza de Mayo para adorar un hueso (!), lo interesante es que, en segundo plano, es la ciudad misma la que reacciona contra las masas, como un organismo huésped que intenta defenderse del cuerpo extraño recién llegado. Las calles se desploman, el río se retira muchos metros hacia atrás (¿para no contaminarse?), empiezan a surgir hongos extraños, y sobre todo una densa niebla cubre la ciudad: "Sobre la cara y las manos se les iba pegando una película de humedad, gomosa. Se sentían sucios".
Creo que la novela transcurre en verano, porque la niebla es del tipo "pegajoso" que mencioné más arriba, y narra las accidentadas vísperas de examen de un grupete de estudiantes de una institución imaginaria (léase la Facultad de Filosofía y Letras).
Creo que la parte más notable, ya hacia el final, es el momento en que se está yendo todo al carajo, y lo único que este grupo quiere es encontrar un lugar abierto, que funcione, donde comer unos sándwiches de jamón crudo o salame y tomarse una cerveza. Por supuesto, ni eso pueden concretar. La cerveza está caliente, no hay jamón... ¿a quién puede extrañarle que termine mal la novela en esas circunstancias?

En cierta forma, El examen permite releer muchos cuentos de Bestiario e incluso de Final del juego con elementos más concretos ("Casa tomada", "Las puertas del cielo", "La banda", "El móvil"...). Y sustenta el viejo debate de que esa presencia que aparece en "Casa tomada" es el peronismo, o las masas de la mano del peronismo. La novela materializa lo que apenas está sugerido en esos cuentos (sobre todo en "Casa tomada", porque "Las puertas..." es más que explícito), les da un clima kafkiano y pesadillesco a las tramas fantásticas. Pero igualmente me parece que El examen no juega por el lado de lo fantástico, sino más bien de lo cuasi-onírico: al menos no trabaja el fantástico como lo hace Cortázar en el resto de su obra, porque aquí está mucho más naturalizado. La única comparación que se me ocurre es "La autopista del Sur", donde deliberadamente Cortázar arma el pasaje entre lo realista y lo fantástico en una zona de indefinición; efectivamente, ¿cuándo deja de ser "realista" y pasa a ser "fantástico" ese cuento? ¿En qué momento concreto?
Aún a fuerza de caer en un cliché de la crítica, antes de decir que El examen es una novela "fantástica", quizás sea más justo decir que anticipa líneas y puntos de fuga de Rayuela: la interferencia del lenguaje poético sobre la trama narrativa, afectándola; situaciones tragicómicas que no son fantásticas pero rondan el absurdo (el tablón como puente entre la casa de Talita y Traveler y la de Oliveira, la muerte de Rocamadour en medio de una discusión ontológico-filosófica, la "trampa" de Oliveira en el loquero para detener a Traveler, que también apareció transfigurada aparte en el cuento "La araña", la parte en que la clocharde le chupa la pija a Oliveira mientras él piensa en la hidropesía de Heráclito, etc. etc.), el eterno núcleo conflictivo de "amigos" envuelto en una relación confusa, entre sofisticada y chabacana...

En una nota bastante injusta en la que le pega algunos palos, Piglia dice que El examen sintetiza todos los dilemas de Cortázar como escritor: "La masificación de la alta cultura es el nudo dramático de la novela. [...] A la historia literaria se le superpone una fábula política que tiene un contexto preciso: El examen puede ser leído como otra versión de la abigarrada serie de textos sobre el peronismo que, desde Sábado de gloria de Martínez Estrada a La Fiesta del monstruo de Borges y Bioy, reconstruyen de modo alucinatorio la mitología de ese mundo primitivo y brutal que se encarna en los cabecitas, los tapes, los representantes ficcionalizados de las clases populares".
"Ese lugar desplazado y negativo, de oposición tajante, un poco aristocrático, del escritor enfrentado con la realidad, se ve trastornado, obviamente, por el éxito. Podría pensarse que el mayor drama de Cortázar fue el éxito que siguió a la publicación de Rayuela."

Un recuerdo más, a título personal: me acordé de El examen también, una noche hace más o menos dos años en que salimos. Creo que estábamos yendo del departamento de Flor R. a un barcito, y pasamos por Plaza Congreso. Había tanta niebla que no veías la punta de la cúpula del Palacio. Todo un símbolo político que Cortázar habría festejado (¡el Cortázar gorila, al menos!).

No es por ponerme apologético, pero al menos en lo que fueron las imágenes de la niebla de hoy las de La Nación (una de ellas inicia este post) ranquean bastante más alto que ésta de Infobae, que parece un photoshop de cuarta aplicado sobre el Obelisco. Vean la de Infobae de acá abajo, vuelvan a la de La Nación de más arriba, y saquen sus propias conclusiones...

3 comentarios:

C.E dijo...

¿Qué tal "la niebla se dejaba lacerar por los rayos del sol" (algo clásico); "los rayos de sol jugaban a ser láseres a través de la niebla" (tecno-pop);"en esta tarde en que la niebla se cree capaz de ser rebanada por afilados rayos de sol"? Manía de variaciones nomás

Vicente Costantini dijo...

Creo que la variación más acertada ya estaba en El examen, sólo que la encontré recién en el post siguiente: "Los faros tajeaban la niebla".

Claro que así, al ganar en contundencia, se pierde toda la sensación que capturó ese primer verso malo, porque una cosa son los faros tajeando la niebla en la noche, y otra cosa los rayos de un sol amable cortando la niebla en pleno mediodía, como si atravesaran un fino velo...

(Por otra parte, ¿qué es escribir, sino la paciente manía de las variaciones?: "El poeta es el hombre de la lenta obsesión." (Raúl Gustavo Aguirre).)

C.E dijo...

Sí, claro, por eso mismo mis variaciones, pequeño regalito del paso por el blog.