7.6.07

Sombras y niebla /2


Algunas citas sueltas de El examen, a modo de anacrónicos epígrafes de la niebla que continuó a lo largo del día de hoy:

"Un camión lleno de gente entraba en la zona del puerto, dio una vuelta en la playa más allá del bar, buscando orientarse, partió hacia el río. Los faros tajeaban la niebla."

"El cronista se dio vuelta y lo miró.
–Vaya a hacerse revisar el metabolismo –le dijo gentilmente.
–Yo… –dijo el doctor, pero se detuvo y la niebla se lo fue comiendo como un ácido."

"De espaldas al centro, la niebla los enfrentaba como un telón de cine cuando ya han soltado la película pero antes del primer letrero corre una sustancia pulverulenta con rápidas centellas, crepitaciones del espacio. La ancha calle estaba vacía, y la garita de vigilancia de la zona aduanera
Los baldíos a la derecha, con las vías del tren metidas en el pasto…"

Podría responderse a la injusta nota de Piglia que copié anoche con una defensa de El examen desde una perspectiva poética. Efectivamente, se trata de una novela casi mallarmeana, que redescubre el uso del blanco de página para dotar de un sentido nuevo a muchas de sus escenas. Ni siquiera en Rayuela se anima Cortázar a hacer un uso semejante de la prosa, a excepción de algunos capítulos (que si no me equivoco eran capítulos prescindibles). Tendría que leer 62 para ver si ahí reaparece ese juego con el significante, aunque allí se encuentra ya claramente cruzado con el éxito del boom y las teorías estructuralistas que estaban en vertiginoso ascenso. En otras palabras, y siguiendo el hilo de Piglia (con quien evidentemente estoy teniendo una relación de amor-odio: parte de lo que dice es cierto, pero a Cortázar no se lo toca, che), quizás 62 implique un retorno al vanguardismo de El examen, pero desde la perspectiva del intelectual fastidiado de que las masas “lo entiendan”.
Así, si trazamos el accidentado recorrido novelístico de Cortázar, tenemos la casi ilegible El examen –guardada como “plato fuerte” póstumo y testamento literario–, la correctísima Los premios como novela de iniciación con todas las Letras, y el momento de patear el tablero con Rayuela. Claro que quizás esa “patada” no haya sido lo suficientemente fuerte como para destruir todo: en lugar de destruir el género de la novela clásica como aparentemente se lo propone, inaugura el género de “novela experimental del boom”, que habría de encontrar decenas de tristes epígonos.
La solución, entonces, parece ser escribir dos textos ilegibles y vituperados desde casi todos los puntos de vista: 62 (por vanguardista), Libro de Manuel (por político).

¿En qué quedamos, entonces?
El examen: demasiado gorila.
Los premios: demasiado clásica.
Rayuela: demasiado leída.
62: demasiado barthesiana.
Libro de Manuel: demasiado política.

Al final, críticos, no hay poronga que les venga bien.

(Nuevamente, el crédito por las "Postales de la niebla" se las lleva La Nación: las de Infobae ni siquiera son divertidas.)

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