15.10.07

Encuentros cercanos del Tercer tipo /Primer día

El viaje resultó ser bastante más largo de lo que habíamos calculado. Salimos a las 21.30 de Puan y llegamos a eso de las 13 al polideportivo de la UNCuyo, donde nos alojaríamos.

El Polideportivo de la UNCuyo donde nos alojábamos (Foto: Alejandro S., el "Rufián Melancólico")

Instalarnos, ir a la Facultad de Filosofía y Letras donde se realizaba el Encuentro y comer algo a modo de almuerzo nos llevó como una hora más, así que recién pudimos empezar a asistir a las mesas que empezaban a las 15. Por suerte los horarios habían sido reprogramados, porque nos hubiera sido imposible llegar a las mesas de las 9 de la mañana que figuraban en el primer cronograma (y en la que además alguno de nosotros hubiera tenido que exponer).


La Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo (Foto: Lucía D.)

Como suele ocurrir en los Congresos, Jornadas o Encuentros, inevitablemente uno elige. No podés ir a todas las mesas porque muchas veces se superponen, y también porque uno se agota después de escuchar muchas mesas seguidas. Los estudiantes de la UBA, además, estamos malacostumbrados a matear, tomar, comer (y hasta hace poco tiempo, fumar) en clase, un poco por aquel argumento de "qué le hace una mancha más al tigre". Esto no se podía hacer en la UNCuyo (era comprensible, por otra parte: ¿dónde viste un parquet así en Puan?), así que los recreos entre mesa y mesa quizás se prolongaban más de lo debido en algunos casos. Igualmente, creo que lo que marcó un gran avance con respecto a los anteriores Encuentros fue la insistencia en que se expusiera la ponencia en lugar de leerla. Así la mayoría de las exposiciones resultaban más claras y fáciles de seguir en casi todos los casos.

Con respecto al debate, creo que a veces la discusión alcanzaba un cariz demasiado personal. Me parece que es necesario tener en cuenta un "ida y vuelta" a la hora de criticar o ser criticado: por un lado, al considerar que (como decía Ceci) en última instancia y más allá de lo que se discuta, siempre hay una persona que es la que tiene que escuchar y ponerle la cara o el cuerpo a la crítica; por el otro, para tratar de abstraerse de la crítica como si se tratara de una ofensa personal. Es un equilibrio frágil que no siempre se logra, y que quizás se vio quebrado al principio del Encuentro. Me parece que, a medida que éste avanzó, fuimos alcanzando este equilibrio de "criticar sin ofender" que a veces resulta tan difícil.
Algo que sí eché de menos respecto de Encuentros anteriores era una participación más activa por parte del comentador como un interlocutor más en el diálogo y la discusión, al menos en las mesas en las que estuve presente. Y creo que no hay que perder ese espacio para el debate y el comentario posterior, también desde el cronograma y la planificación de los horarios.

Me parece que también hubo dos cosas que fueron cambiando a lo largo de los tres días del Encuentro: nuestra relación con los dueños de casa, y con nosotros mismos como grupo. Quizás tardamos en entender el esfuerzo que implicó la organización de estas jornadas con casi todo en contra (a nivel institucional, político, e incluso desde la (falta de) participación misma de otros estudiantes de la UNCuyo), pero una vez que eso quedó claro, me parece que hubo una voluntad más fuerte de acompañar ese esfuerzo. Otra cosa a destacar fue la participación activa de la gente que asistió al Encuentro: me atrevería a decir que nadie fue a Mendoza "a pasear, conocer las bodegas y de paso leer una ponencia en un congreso", sino que hubo un involucramiento fuerte y un interés genuino, motivados –a mi entender– por el hecho de que éste no es "un congreso más". Creo que, en la medida de nuestras posibilidades, estamos tratando de devolverle el sentido a algo que lo había perdido.
Como grupo no funcionamos de un modo homogéneo, y eso me parece un buen síntoma, porque marca el recambio y la renovación de un proceso. (Creo que hay que leer y entender del mismo modo el hecho de que los amigos chaqueños hayan tomado la posta.) Más allá de eso, la buena onda que se generó y que claramente continúa "post-Encuentro", terminó por constituirnos como grupo, aunque fuera heterogéneamente.

El Taller de Planes de Estudios que dio cierre al primer día, antes de que nos echaran debido al horario.
Nótese el cameo de Lucía y quien suscribe consumiendo budín y mate para paliar el hambre acumulado...
(Foto: Mendoza's)

Esa noche, agotados por el viaje y por un día intenso, nos dirigimos al Polideportivo para bañarnos (¡algunos de nosotros, al menos!). Después no tuvimos más remedio que ir para el centro de la ciudad, porque en el campus no quedaba ningún lugar abierto donde comer algo. Además, a partir de las 22 no pasan más colectivos, así que tuvimos que pedir ¡11 taxis! (todos a nombre de "Carlos"), y comprobamos con consternación que éstos llegaban todos juntos, en un esfuerzo nunca antes visto de sincronización.

Ya en pleno centro, nos dividimos en dos grupos: el cárnico y el pizzero. El grupo cárnico se alimentó de sendas parrilladas y un vino bastante malo; el otro, de una pizza que dejó muy malas secuelas a todos los que lo padecieron.

Los dos flancos del "grupo pizzero" (Fotos: Marianela P.)

Después de comer, fuimos un poco erráticamente a una fiesta sobre la que nos habían hablado las chicas mendocinas, que quedaba en una tal "Casa Amerika". Era algo así como un centro cultural que funcionaba en una vieja estación de tren.

Singin' in the rain (y yendo a quién sabe dónde). (Foto: Luisa F. L.)

Lloviznaba. Cuando llegamos a la vía, vimos a lo lejos y junto a la estación una gran fogata. Alrededor de ella se agrupaba un grupo de gente, pero por la distancia era imposible saber quiénes y cómo eran. Así que, como "coordinador", hice lo que cualquier otro hubiera hecho: ¡dejar que se acercaran los demás primero! Creo que hasta me dio un poco de miedo acercarme al lugar, pero entre todos estábamos envalentonados porque éramos un grupo numeroso.
Lo más extraño fue que, al acercarnos al fuego, nos enfrentamos al otro grupo como si se tratase de los dos bandos de West Side Story, o como en alguna vieja historia de orilleros de Luis Pereda. Pegamos una vuelta alrededor de este grupo y entramos directamente a la vieja estación, como quien no quiere la cosa.
Fue gracioso que nuestra llegada casi provocara la fiesta, porque de golpe llenamos un lugar que estaba semi-vacío. De a poco los DJs iban poniendo reggaeton y cumbia, siempre en versiones más bien lentas y pesadas, casi hipnóticas.

Por alguna razón se me había ocurrido llevar una botella grande de agua, y como no había más barra que unos pocos vasitos de vino salidos de quién sabe qué damajuana, finalmente todo el mundo acabó pidiéndome agua, como si se tratase de una rave o un Creamfields a plena pastilla y pepa (!).

"Casa Amérika" (Fotos: Luisa F. L. y Marianela P.)

Salimos de esa fiesta y algunos de nosotros aún tuvimos espíritu para dirigirnos a un bar donde nos encontramos con algunos de los chicos mendocinos. Apenas me senté pensé en lo bueno que sería tomar un fernet, solo para enterarme de que... ¡no tenían! Tuve que conformarme con un par de vasos de cerveza "Andes".
Me acosté tarde esa noche, pero no tanto como al día siguiente. Tendría que esperar al viernes para desquitarme con el affaire fernet...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

nunca me enteré de las secuelas de los pizzeros...qué pasó?

Vicente Costantini dijo...

Según relato de Claudio A.B., la pizza "les cayó como el orto".