11.12.16

La epifanía intolerable

Por Vicente Costantini

Reseña de Hombre reunido. Poesía 1978-2016, de Santiago Kovadloff (Buenos Aires: Emecé, 2016), publicada por el diario El día de La Plata el domingo 9 de octubre de 2016.



Santiago Kovadloff (1942) es conocido principalmente por su obra ensayística, y por ser, además, un destacado traductor de literatura en lengua portuguesa: basta con observar su difusión incansable de la poesía brasileña contemporánea, así como su dedicación a la obra múltiple del enorme Fernando Pessoa.

A esta labor, conocida por el público masivo, se le suma una trayectoria poética sostenida paciente, perseverantemente, a lo largo de casi cuarenta años. Así, Hombre reunido. Poesía 1978-2016 traza un arco que va desde Zonas e indagaciones (1978) hasta el reciente Hecho de cosas pequeñas (2015). “Líricos urbanos”, uno de los poemas de este último libro, funciona como un arte poética y una clave retrospectiva de lectura: “Nada de cielos, rápidas aguas claras / o verde tierra extensa mecida por el viento. / Sólo turbios vecinos, cuerpos lejanos, brumosos cuartos revueltos”. Todo lo negado define los espacios en los que se desarrolla gran parte de la poesía de Kovadloff: edificios envueltos en el silencio de la madrugada, automóviles descompuestos, aviones sostenidos en el aire como un milagro precario, consultorios médicos o colas para hacer un trámite. Cuando aparece, el campo es apenas un refugio fugaz, o un cambio de escenario para el acostumbrado tedio de la vida urbana.

Paradójicamente, es en el reconocimiento de esos límites estrechos donde la poesía de Kovadloff encuentra su expresión más lograda: en particular, a partir de los libros Ciertos hechos (1985) y Ben David (1988), que plantean obsesiones fundamentales a las que el autor volverá en su obra tardía. Sus mejores poemas no se agotan en la banalidad de la anécdota cotidiana o la denuncia del hastío; muy por el contrario, constituyen la posibilidad de indagación del yo hacia sí mismo, en pos de una verdad siempre esquiva. A pesar de la conciencia del sinsentido, ese yo insiste y porfía en la búsqueda de un sentido que lo justifique.

La poesía de Kovadloff sugiere epifanías fugaces en esos momentos de hallazgo. El sonido de la lluvia y el canto de los pájaros parecen anunciar un mesiánico “día inesperado”; el niño recién llegado a la mesa de café puede ser uno de los ángeles “voceros de lo inaudito”. En una de las últimas epifanías, titulada “Visión”, el poeta nos advierte sobre el precio que ha de pagarse por acceder a ella: “Nadie ingresa a lo imposible / si no paga con silencio lo que gana”. En otras palabras, hay algo intransferible en estas revelaciones, una verdad dolorosa que el yo lírico es incapaz de tolerar: “Nos acosan los muertos vueltos de repente. / Sostenemos sin aliento su mirada / pidiendo en secreto / que alguien abra la puerta, / traiga un café, / sepulte otra vez a los muertos”.

En el prólogo a esta edición, Kovadloff expresa la esperanza de que su poesía invite a la lectura en voz alta, ya que en ella “reviven los poetas muertos y aún los que no lo están”. De manera similar, desde “Dora detrás”, poema de Canto abierto (1979) dedicado a la tía asesinada en los campos de concentración, hasta “Una elegía”, incluido en Líneas de una mano (2012), la evocación de los muertos en voz alta tiene el poder de  revivirlos momentáneamente, trayendo consigo sus voces y su presencia. Pero esta evocación se volverá más amarga hacia el final, en la medida en que la voz que nombra a los muertos los presienta cada vez más cercanos. ¿Hay escapatoria? A modo de consuelo, el poeta nos dirá: “No se trata, sin embargo, de ser cautos y callar. / Se trata de extenuarse tratando de decir”.

7.8.16

El libro dual

Por Vicente Costantini

Reseña de La mirada / Identidades (La Plata: Ediciones Al Margen, 2016), de Osvaldo Ballina, publicada por el diario El día de La Plata el domingo 7 de agosto de 2016.




“Salí a buscar mi última mirada / aún no es medianoche y no encontré la primera mirada”. Con esta búsqueda se abre La mirada / Identidades, la más reciente publicación del poeta Osvaldo Ballina (La Plata, 1942). Un libro escindido desde el título, que reflexiona sobre la angustia de sentirse uno y muchos a la vez.

En la primera sección, La mirada, reaparecen temas presentes desde hace tiempo en la poesía de Ballina: el viaje, lo natural –particularmente a través del agua y lo oceánico– y la preocupación por el rumbo que está tomando el mundo. Todos estos elementos se reúnen en “Eneas al revés”, una réplica al famoso poema “Anquises sobre los hombros” de Horacio Castillo: “miren / el mundo está al revés desde hace tiempo / ya no es eneas que lleva a su padre sobre los hombros / no, es un refugiado […] / que sale del mar”. A esa visión pesimista, que puede encontrarse sin matices en otros libros de Ballina –En tierra de uno (1977) y Final del estante (1994), por tomar sólo dos ejemplos de una vasta obra poética– le corresponden también, como contrapartida, un vitalismo y una ironía que alivian y ponen en duda la severidad de la denuncia: “¿salirse del mundo es rebelión, prudencia o cobardía?”.

La segunda sección, Identidades, se distingue de la primera por la multiplicidad de voces que aparecen aquí desarrolladas, tanto en discurso directo como referido. A través de este retablo de personajes, Ballina advierte acerca de la naturaleza dual del hombre, tan animal como humano: “permanencia cambiante de sus identidades / él que era él y él que no era él / instinto de un yo dual / ciénaga de lobos y hombres”. En uno de los poemas más memorables, “La pandemia”, se sugiere que el lenguaje humano es, a la vez, la causa y el antídoto de esta angustia esencial, “camino de perdición para transformar el vacío en creación”. El poema, no obstante, cierra con dos imágenes crípticas que prolongan la contradicción: “venenos errantes, flores carnívoras”.

Como en muchos de los libros de su última etapa, Ballina concentra cada poema de La mirada / Identidades en una única estrofa, sin mayúsculas y valiéndose de escasos signos de puntuación. La apuesta más fuerte, entonces, aparece a nivel léxico y sintáctico: cuando se tensa el lenguaje de un modo absolutamente personal, haciendo que los sustantivos califiquen a otros sustantivos (“un aire tumba”, “yegua mar” o “una grieta estrella de respiración”, por ejemplo), y cuando se escogen palabras en una amplia variedad de registros, entre lo universal y lo cotidiano; lo culto y lo coloquial: “lo terrestre no varía nunca su guión […] / somos trapos de nadie tendidos al viento”.

¿Dos libros en uno, entonces? Más bien, un libro dual en el que la unidad formal y estilística supera la tendencia a la dispersión temática. El lector sabe dónde comenzará a buscar con su mirada, pero no imagina en cuál de estas identidades terminará por encontrarse a sí mismo.

http://www.eldia.com/septimo-dia/osvaldo-ballina-el-libro-dual-155907

22.7.15

Notas sobre «refugio de altura», de Osvaldo Ballina




1

refugio de altura, de Osvaldo Ballina, es un libro minimalista. Escribo el título así, sin mayúsculas, para ser fiel a la intención de sostener el libro completo sin mayúsculas en títulos, nombres propios ni comienzos de oración. Ni siquiera el nombre del "dios innominado" tiene mayúsculas.
Los poemas centrados en el medio, apretados y rodeados por el blanco de la página, completan la sensación de lo despojado, de lo mínimo. A partir de ese formato sencillo, sin pretensiones, se puede aspirar a que cada frase comunique más y diga de sí lo indispensable. En ese sentido, me parece interesante el diálogo sutil que hay entre títulos y textos. Muchos de ellos son fragmentos del texto, de modo que actúan como una lupa puesta sobre el poema. Esto obliga a volver y detenerse sobre ciertos sectores del texto que quizás el lector hubiera pasado por alto o leído rápidamente.
Además, la falta de puntuación de muchos poemas abre más posibilidades de interpretación a algunos de estos textos. Muchos adjetivos podrían ser sustantivos, a la vez que hay sustantivos que podrían funcionar como calificativos. Anoté, por ejemplo, "viento navaja" y "silencio murciélago".

2

A pesar de ello, el lenguaje es complejo. No por la sintaxis, sino por el léxico. Normalmente yo no recurro al diccionario cuando leo poesía: prefiero que las palabras que no conozco me sugieran algo por contexto, por asociación y por sonido. El mejor ejemplo de ello es esa misteriosa palabra escondida en un verso bellísimo de San Juan de la Cruz: "y el ventalle de cedros aire daba". Parte del encanto de ese verso, para mí, es lo que sugiere, sin decirlo, esa palabra desconocida, "ventalle". Sugiere viento, brisa; tiene movimiento y ondulación.
Sin embargo, al leer refugio de altura sentí que, si esas palabras desconocidas me quedaban sin comprender, se me escaparía el meollo del poema. Algunos ejemplos de mi ignorancia son "desbrozar", "sibila", "crótalo", "burilada". Descubro ahora que muchas de ellas son palabras técnicas. Supongo que mi padre no se sorprendería de una ignorancia mía de este tipo; una de sus frases favoritas es "A vos te falta inteligencia práctica".

3

Al principio, el título del libro y las referencias de algunos de los poemas me sugerían una crónica, en forma poética, de una excursión de montaña, real o imaginaria. Como suelo decir en mis clases, no siempre quiero saber de dónde surgen los textos. A veces tener más información sobre las circunstancias que dieron origen a un texto, lejos de iluminarlo o ilustrarlo, lo empequeñecen, lo limitan (como sintetiza el título de uno de los poemas: "aquí es otro lado"). Por eso me sorprendió encontrar, avanzando sobre el libro, otros poemas que me llevaban en direcciones bien distintas: "boca de fuego", por ejemplo, habla de un personaje en la bolsa de valores:

ese
que con un ojo, una pierna, un brazo
trabado de lengua, en la bolsa de valores
irradia, desde su boca de fuego,
su vislumbre más por dudas
que por ajenas convicciones
y desconcierta a los inversores
despuntados por el escándalo
para quienes uno más uno es dos
y no uno 

También hay referencias concretas a Cabo da Roca y Jaipur, entre otros sitios. De a ratos, me parece como si algunos de los temas esenciales del libro anterior de Ballina, Memoria de la India, hubieran decantado en este libro: como si ese secreto, ese murmullo al que se alude en el poema "jaipur" fuese siempre esquivo, eludiendo su captura en el poema.

4

Me gustan los poemas que terminan con una pregunta, como extendiéndole al lector la última palabra: 
¿son señales de un destino irredento,
sapiencia de la especie o treta del demonio?
¿el otro será mi hermano o mi verdugo?
Le tengo mucho afecto a un libro quizás menor de Neruda, pero que me gusta por su forma abierta, inconclusa, casi vacilante: el Libro de las preguntas. A veces he llegado a preguntarme a mí mismo si no tenía que limitar mi propio uso de la pregunta al final de los poemas; si no era una trampa que me estaba tendiendo a mí mismo para resolverlos y concluirlos. Todavía no lo sé, pero cuando encuentro un poeta que cierra (¿cierra?) sus poemas con una pregunta, me sonrío, como si algo nos identificara y nos uniera. Quizás habría que hacer, en un acto de apropiación irresponsable y feliz, una antología colectiva que incluya todas las preguntas que figuren al final de todos los poemas. El resultado podría ser, me parece, extraordinario.

5

Entre todos los poemas del libro, sorprende "pan de invierno". Lo transcribo íntegro:

el pan de invierno es un ángel aparecido
que espanta el pánico,
ciencia de lo natural absoluto
que da dicha 
a los sonámbulos sensatos
y a los plácidos locos
untados todos de tinieblas 
 
El título, el fraseo, la temática, la metáfora inicial... todo me recuerda a Luis Alberto Spinetta. Sin duda, este poema podría haber sido una letra de Invisible o Spinetta Jade. Aunque no sé, todavía, si a Ballina le gustaría esa comparación.

6

Me parece acertado que el libro termine con "la herencia", un poema cuyo uso del futuro le da un tono asertivo y rotundo:
  
pisarás las mismas huellas
mirarás asombrado a los altos muros
de la nueva ciudadela
verás caer palabras de desterrada palpitación...

Sin embargo, creo que otro final posible hubiera sido elegir "refugio de altura", el poema que da título al libro:

aquí en las alturas nevadas
toda lengua es reductiva
prensada por el frío
los sueños se desecan a la intemperie
en una ceremonia invisible
pero ajeno a toda soledad
oscuridad o claridad
por su boca de sí reflejante
crea la estrella guía
que sobreviene
vacío tras vacío
paisaje tras paisaje
mundo tras mundo

*     *     *


Post scriptum

Recibí el libro en la Biblioteca López Merino en abril de 2015, cuando salía de dar clase. Sin embargo, el libro fue editado en abril de 2014, y la dedicatoria de Ballina también está fechada en ese mes y ese año.
Existen dos explicaciones posibles para esto. La primera, que el autor efectivamente envió el libro en abril de 2014 a la biblioteca, pero por descuido el sobre quedó guardado y archivado durante un año, hasta el día en que las empleadas se acordaron y me lo dieron.
La segunda explicacion posible es que el autor simplemente se equivocó: tal vez pensaba en el año ya transcurrido mientras escribía la dedicatoria, cuando debería haber escrito 2015.
Hablé de explicaciones posibles. Existe también una tercera explicación, pero es imposible. Ésta indicaría que ni las empleadas ni Ballina cometieron error alguno; él envió el libro en abril de 2014 y ellas me lo entregaron ni bien lo recibieron. Puede haber ocurrido, entonces, que el libro viajara no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Que aguardara el momento indicado para llegar a mis manos. Como las cartas de Kafka o las cartas del cuento "Sobremesa" de Cortázar, la dimensión temporal en que se movió este libro fue distinta de la mía, la de Ballina, la de las empleadas. Buscó su momento para llegar a mis manos: el momento adecuado. Éste.

8.7.14

American Dream


¿Sigue existiendo el "sueño americano" en Estados Unidos? ¿Cómo es que la gente sigue creyendo en él? Esta frase de una alumna estadounidense (blanca, joven, universitaria), cuyo texto estaba corrigiendo hoy, puede darnos un atisbo de respuesta:

"Nuestro país es muy afortunado porque la gente tiene la libertad de llegar a ser lo que quiera ser, algo que no existe en todo el resto del mundo."

31.12.13

Aprendiendo (de las redes sociales)


Una reflexión breve sobre los apócrifos en las redes sociales. Leo en un muro de Facebook:

APRENDIENDO (Jorge Luis Borges)

Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender... que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos...

...bla bla bla, etcétera.

No necesito leer más de dos párrafos para saber que esta seguidilla de lugares comunes no pertenece a Borges (aunque su atribucion apócrifa, como la del poema "Instantes", es sin duda un hecho borgeano).
Lo que me pregunto es: ¿cómo reaccionaríamos si, ante el mismo texto, se atribuyera a otro autor, como el que sigue?

APRENDIENDO (Marcelo Polino)

Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender... que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos...

...bla bla bla, etcétera.

Una vez más, la lección del "Pierre Menard" gana la partida: véase cuán profundo, sensible y erudito es el párrafo de Borges, y cuán mediático, farandulero y superficial el de Polino.

26.12.13

El problema de no ser Dios

Confirmado: el mayor pecado de nuestros tiempos es no ser Dios.

"Exhibiendo una gran falta de ubicuidad y un nulo compromiso con la Universidad pública, gratuita, cogobernada e irrestricta, en la noche de ayer un grupo minoritario que expresa tener mandato de la asamblea de estudiantes “tomó” la Facultad..."

(Fragmento de un comunicado de la Facultad de Filosofía y Letras del 17 de octubre pasado, cursivas mías.)

21.3.13

Fin del mundo


El domingo, como ya me estaba volviendo loca por estar encerrada, quise ir a caminar, a tomar un poco de sol a la plaza de la biblioteca. Le toqué la puerta a papá para ver si quería venir. No contestó. Abrí. Estaba dormido. Se levantaba al anochecer, justo para ver el noticiero durante la única hora de televisión que daban por día. Comía un poco a la cena y se volvía a acostar hasta la noche siguiente. A veces me olvidaba de que él estaba.
Salí sola. En la plaza no me animé a desplegar la lona, tuve una sensación extraña. No había nadie. Ni chicos jugando al fútbol, ni chicas tomando sol, ni gente con sus perros, ni ciclistas, ni viejitos sentados en los bancos. Nadie. Era un domingo de sol y la plaza estaba vacía. Y no era demasiado temprano. De vez en cuando, pasaba un auto por la avenida. Di una vuelta por Plaza Francia, por La Recoleta. Todo estaba impecable, el pasto cortado, los canteros con flores. En el café La Biela estaban las sillas vacías bajo las ramas del gomero inmenso. Los mozos sentados en los taburetes de la barra se espantaban las moscas con el repasador. Volví a casa rápido.


Un fragmento, a modo de microcuento, de la extraordinaria novela El año del desierto, de Pedro Mairal. Disfruto mucho cada vez que la releo. Una de esas novelas que cualquier escritor aspira, alguna vez, a poder ejecutar. Es una injusticia que esté agotada y sea tan difícil de conseguir.

8.10.12

¡Presentación!




¡Presento mi primer libro! Estaré acompañado de una dupla que se las trae: Santiago Espel y Buby Kofman, quienes también presentarán sus últimas publicaciones. Ojalá puedan venir. Es en La Plata, pero bien vale el viaje.

16.8.12

Poema plagiado


VICENTE / SOFIA    mis felicitaciones  a los  dos      1er  nieto   un gran   abrazo     se me complica un poco  ir a la plata  espero  conocerlo pronto      muchos saludos


(Transcripción textual del e-mail que me envió mi tío Enrique por el nacimiento de mi hijo Julián.)

9.2.12

El arte de la comparación estúpida

Mientras buscaba información de autores de novelas policiales, me topé con una comparación estúpida que merece citarse, referida al autor Jerome Charyn, quien también es un jugador bastante bueno de ping-pong e incluso ha escrito un libro al respecto:

Además de dedicarse a la escritura y la docencia, Charyn es jugador de campeonatos de tenis de mesa, y una vez se posicionó entre el 10% de los mejores jugadores de Francia. El famoso novelista Don DeLilli llamó al libro de Charyn sobre tenis de mesa, Golpes ardientes y efectos endiablados (Sizzling Chops & Devilish Spins), "El Fiesta de Hemingway del ping pong" (The Sun Also Rises of ping-pong.").

Parece ser que, a falta de algo original para decir sobre un artista, los escritores de contratapas apelan a la comparación, por más que ésta sea ridícula o absurda. En cierta forma, la metáfora tiene un funcionamiento similar, particularmente a partir de las vanguardias del siglo XX, aunque con resultados un poco más felices.
Otro ejemplo de lo que estoy diciendo: hoy tuve el dudoso privilegio de escuchar, a propósito de la muerte del queridísimo Flaco Spinetta, que a falta de comparaciones foráneas Clarín lo había llamado "El Caetano Veloso/John Lennon argentino", como si ese monstruoso engendro bicéfalo significara un elogio.