21.3.13

Fin del mundo


El domingo, como ya me estaba volviendo loca por estar encerrada, quise ir a caminar, a tomar un poco de sol a la plaza de la biblioteca. Le toqué la puerta a papá para ver si quería venir. No contestó. Abrí. Estaba dormido. Se levantaba al anochecer, justo para ver el noticiero durante la única hora de televisión que daban por día. Comía un poco a la cena y se volvía a acostar hasta la noche siguiente. A veces me olvidaba de que él estaba.
Salí sola. En la plaza no me animé a desplegar la lona, tuve una sensación extraña. No había nadie. Ni chicos jugando al fútbol, ni chicas tomando sol, ni gente con sus perros, ni ciclistas, ni viejitos sentados en los bancos. Nadie. Era un domingo de sol y la plaza estaba vacía. Y no era demasiado temprano. De vez en cuando, pasaba un auto por la avenida. Di una vuelta por Plaza Francia, por La Recoleta. Todo estaba impecable, el pasto cortado, los canteros con flores. En el café La Biela estaban las sillas vacías bajo las ramas del gomero inmenso. Los mozos sentados en los taburetes de la barra se espantaban las moscas con el repasador. Volví a casa rápido.


Un fragmento, a modo de microcuento, de la extraordinaria novela El año del desierto, de Pedro Mairal. Disfruto mucho cada vez que la releo. Una de esas novelas que cualquier escritor aspira, alguna vez, a poder ejecutar. Es una injusticia que esté agotada y sea tan difícil de conseguir.

8.10.12

¡Presentación!




¡Presento mi primer libro! Estaré acompañado de una dupla que se las trae: Santiago Espel y Buby Kofman, quienes también presentarán sus últimas publicaciones. Ojalá puedan venir. Es en La Plata, pero bien vale el viaje.

16.8.12

Poema plagiado


VICENTE / SOFIA    mis felicitaciones  a los  dos      1er  nieto   un gran   abrazo     se me complica un poco  ir a la plata  espero  conocerlo pronto      muchos saludos


(Transcripción textual del e-mail que me envió mi tío Enrique por el nacimiento de mi hijo Julián.)

9.2.12

El arte de la comparación estúpida

Mientras buscaba información de autores de novelas policiales, me topé con una comparación estúpida que merece citarse, referida al autor Jerome Charyn, quien también es un jugador bastante bueno de ping-pong e incluso ha escrito un libro al respecto:

Además de dedicarse a la escritura y la docencia, Charyn es jugador de campeonatos de tenis de mesa, y una vez se posicionó entre el 10% de los mejores jugadores de Francia. El famoso novelista Don DeLilli llamó al libro de Charyn sobre tenis de mesa, Golpes ardientes y efectos endiablados (Sizzling Chops & Devilish Spins), "El Fiesta de Hemingway del ping pong" (The Sun Also Rises of ping-pong.").

Parece ser que, a falta de algo original para decir sobre un artista, los escritores de contratapas apelan a la comparación, por más que ésta sea ridícula o absurda. En cierta forma, la metáfora tiene un funcionamiento similar, particularmente a partir de las vanguardias del siglo XX, aunque con resultados un poco más felices.
Otro ejemplo de lo que estoy diciendo: hoy tuve el dudoso privilegio de escuchar, a propósito de la muerte del queridísimo Flaco Spinetta, que a falta de comparaciones foráneas Clarín lo había llamado "El Caetano Veloso/John Lennon argentino", como si ese monstruoso engendro bicéfalo significara un elogio.

8.10.11

Ho Chi Minh: Diario de la prisión




Libro curioso e inconseguible, el Diario de la prisión de Ho Chi Minh.
Leerlo implica un acto de indulgencia: al igual que cuando leemos poesía oriental, rusa o árabe, tenemos que creer que lo que tenemos ante nosotros se acerca, vagamente siquiera, a la sonoridad y el sentido pensados originalmente por sus autores.
Esto se agudiza particularmente en el ejemplar que tengo, publicado por Tusquets en 1974 (apenas 5 años después de la muerte de su autor), ya que el editor y traductor afirma haberse basado "fundamentalmente en las traducciones oficiales al francés y al inglés", sin aclarar si tuvo en cuenta también el original en chino en el que los poemas fueron escritos.
Pero todo esto importa poco. Aunque Ho Chi Minh nunca le otorgó más importancia que la de un pasatiempo para matar el aburrimiento de la cárcel, creo que este libro pertenece, sin duda, al campo de la literatura. Me gusta su falta de pretensión, su sencillez, la sequedad narrativa que a veces abre paso a chispazos de lirismo. Cabe aclarar que, en el momento de su composición (1942-1943), el líder vietnamita era apenas un revolucionario soñando con la liberación de su país, y no un prócer canonizado en un panteón histórico.
Además, creo que el Diario reviste el mismo interés que tienen aquellos textos escritos por personas públicas que no son escritores reconocidos. Esto hace que seamos más benévolos al leerlos, que nos acerquemos a ellos con una intencionalidad distinta que la que reviste, habitualmente, la literatura. Y sin embargo, tengo que decir que el libro está magíficamente construido: tiene una secuencia narrativa variada y coherente, muchos de estos poemas pueden leerse como pequeñas fábulas o microcuentos, y además (y esto me demuestra que, en el fondo, Ho Chi Minh estaba interesado en organizarlo como libro) posee un comienzo y un final perfectamente reconocibles: se abre cuando el yo lírico es metido en prisión, y se cierra con su liberación.

El Diario de la prisión seguramente debe ser más bello en su idioma original, con los sonidos y la caligrafía del chino. Consiste, en total, de 101 poemas "escritos directamente en chino, y no en lengua vietnamita, para no alarmar a los carceleros", durante un período de catorce meses. Esta es una pequeña selección de los poemas que más me gustaron; inevitablemente resuena para mí, en algunos de ellos, el eco de Kafka.


Duro es el camino de la vida

Después de haber escalado a pie montañas y altos picos,
¿Cómo iba a suponer que en la llanura encontraría peligros mayores?
En las montañas encontré al tigre, y nada me pasó.
En las llanuras me topé con los hombres, y fui arrojado en prisión.

La flauta del preso

De pronto, suenan nostálgicas las notas de una flauta.
La música surge tristemente, sollozando una melodía.
Es un doloroso viaje a miles de kilómetros de distancia, a través de ríos y montañas,
Lejos, una mujer espera en lo alto de una torre el regreso de su amado.

Los grilletes

I.
Hambrientos, con las fauces abiertas como feroces monstruos,
Los grilletes caen sobre nosotros cada noche
Apresando a todos la pierna derecha.
Sólo la izquierda puede moverse con libertad.

II.

Algo muy extraño ocurre a esta hora:
Todo el mundo se precipita para que le coloquen sus grilletes,
Una vez encadenados, duermen en paz;
De lo contrario, no saben qué hacer con sus piernas.

La ración de agua

Cada uno tiene una ración de media vasija de agua
Para lavarse la cara o para hervir té, como prefiera:
Si quieres lavarte la cara, no podrás hervir té;
Si quieres beber té, tendrás que pasar sin lavarte la cara.

El juego

Los que viven del juego son arrestados,
Pero dentro de la cárcel pueden jugar todo lo que quieran,
Así de vez en cuando se oyen lamentos como éste:
"¿Por qué no se me ocurriría antes venir a este sitio?"

Anochecer

Los pájaros, cansados, buscan abrigo en el bosque.
Una nube solitaria vaga por el cielo.
En la aldea, una muchacha muele maíz
Mientras el fuego brilla en su horno de barro.

Llegada a Tiempao

He recorrido cincuenta y cinco kilómetros en este día,
Mis ropas están empapadas, mis zapatos, destrozados,
Y en toda la noche no he encontrado un sitio donde dormir.
Junto a la letrina, espero la llegada del alba.

Aviso para mí mismo


Sin el frío y la desolación del invierno,
¿Quién vería el dulce esplendor de la primavera?
En el crisol de la desgracias se ha fortalecido mi corazón,
Y templado mi espíritu.

Cerdos y hombres

I.

En nuestro mismo camino van unos guardias que llevan cerdos.
Los cerdos, cargados a las espaldas de los guardias, los hombres, arrastrados con cadenas.
Cuando el hombre pierde su libertad
Vale aún menos que un cerdo.

La muerte del jugador

Ya no era más que huesos y pellejo.
La miseria, el frío y el hambre acabaron con él.
Esta noche durmió apoyado en mi espalda;
Al amanecer, partió hacia el Reino de las Nueve Primaveras.

Crepúsculo

El viento afila sus espadas en las montañas,
La hoz del viento sesga las hojas de los árboles,
Suena el gong de una lejana pagoda,
El caminante apresura sus pasos,
Un niño toca la flauta mientas conduce su búfalo al establo.

Pensando en un camarada

Aquel día, me acompañaste hasta la orilla del río;
"¿Cuándo volverás?", preguntaste — "Para la próxima cosecha", contesté.
El arado ha surcado de nuevo los campos,
Y yo sigo prisionero lejos de mi patria.

Medianoche

Con los ojos cerrados, todos los rostros parecen puros,
Pero cuando despiertan, en unos aparece la maldad y en otros, la bondad.
El hombre no es malo, ni bueno, por su nacimiento;
La maldad y bondad no son sino frutos de la educación.

Noches de insomnio

A lo largo de interminables noches en las que el sueño se rehúsa a venir,
He escrito más de un centenar de poemas sobre la vida en prisión;
Al terminar una estrofa, dejo el pincel.
Y contemplo el cielo a través de los barrotes.

Leyendo la "Antología de los mil poetas"

Los antiguos gustaban cantar a la naturaleza;
Los ríos y los montes, el viento y las flores, la nieve y la niebla.
La poesía de nuestro tiempo debe cantar al hierro y al acero,
Y los poetas, aprender a luchar en la batalla.

Libre, cruzo las montañas

Las nubes abrazan a las cumbres, y las cumbres abrazan a las nubes.
En el valle, el río brilla como un espejo, limpio e inmaculado.
Libre, cruzo las crestas de la Cordillera Occidental camino del sur,
Y el corazón late confuerza pensando en los antiguos camaradas.

12.8.11

La existencia desgarrada



“—Ojalá se pudieran partir todas las cosas enteras —dijo mi tío tumbado de bruces en la roca, acariciando aquellas convulsas mitades de pulpo—, así cada uno podría salir de su obtusa e ignorante integridad. Estaba entero y todas las cosas eran para mí naturales y confusas, estúpidas como el aire; creía verlo todo y no veía más que la corteza. Si alguna vez te conviertes en la mitad de ti mismo, muchacho, y te lo deseo, comprenderás cosas que escapan a la normal inteligencia de los cerebros enteros. Habrás perdido la mitad de ti y del mundo, pero la mitad que quede será mil veces más profunda y valiosa. Y también tú querrás que todo esté demediado y desgarrado a tu imagen, porque belleza y sabiduría y justicia existen sólo en lo hecho a pedazos. […]
No volví a la orilla hasta que se hubo alejado con sus pulpos. Pero el eco de sus palabras seguía turbándome y no encontraba remedio para su furia demediadora.”

Ítalo Calvino, El vizconde demediado (1951).




29.7.11

Tomás Gubitsch, el músico invisible

Aunque creo que no hace falta demostrarlo, recientemente encontré una razón más por la que las nuevas tecnologías siguen sin poder vencer a las que las antecedieron. Me explico:

Año 2000, aproximadamente. Iba manejando mi auto, escuchando la radio, y de pronto sonó un tema de rock que no era igual a nada que hubiese escuchando antes. Y lo más incríble: estaba en español, a diferencia de la mayor parte de la música que yo escuchaba en ese momento.
El tema en cuestión era "El anillo del Capitán Beto", de Invisible, año 1976, del disco El jardín de los presentes. No tuve más remedio que empezar a escuchar a Spinetta, y después llegó mi descubrimiento del disco Artaud, de Estrelicia Unplugged, de Spinetta y los socios del desierto y muchas canciones, melodías y recuerdos que están indisolublemente ligados a momentos de mi vida.
El jardín de los presentes sigue siendo, desde mi punto de vista, uno de los trabajos más logrados del Flaco. Pero acá tengo que confesar algo: nunca lo había escuchado con buena calidad. Lo bajé en MP3 en su momento, con un bitrate muy bajo (digamos 128 kbps), lo grabé en un CD virgen junto con Durazno sangrando (también comprimido hasta lo indecente), hasta que éste se me hizo pelota.
Este año decidí hacer un poco de justicia, vi a buen precio El jardín y lo compré (sí, original, con una linda cajita).
Ahí tuve la segunda iluminación, otra vez en el auto. Escuchar el CD original, la resonancia del bajo, la sutileza de las guitarras, los murmullos de la banda antes o después de los temas, fue como redescubrir un disco; casi casi como escuchar un disco nuevo.
Pero la tercera enorme sorpresa fue empezar a leer la información que trae la cajita junto con el disco. Ahí comprobé, consternado, que en su tercer disco Invisible había dejado de ser un trio. Ese rejunte de tres que tanto me gusta, y que ha dado a luz bandas increíbles como Rush, The Police, la segunda formación de King Crimson o Soda Stereo (por nombrar sólo algunas), ahora se veía ampliada por un músico más. Y algo que me sorprendió enormemente fue comprobar que el solo de guitarra de "200 años", el punteo velocísimo de "Alarma entre los ángeles", que yo atribuía a Luis y que me parecían una demostración demoledora de su destreza musical, pertenecían a un tal Tomás Gubitsch, de quien yo jamás había escuchado hablar.

Estuve googleando un poco para saber algo más, y lo cierto es que poca gente conoce a Gubitsch acá en Argentina. ¡Lo más increíble es que El jardín de los presentes fue el primer disco en el que tocó! Después de su paso fugaz por Invisible y de tocar en el octeto "electrónico" de Piazzolla, tuvo que exiliarse y se fue a vivir a Francia. Ni siquiera había vuelto a la Argentina hasta hace poco, en 2005, cuando regresó como visita y parte de su gira musical. Parece que, además de tocar la guitarra, se dedica a hacer música para películas. Un tipo que vale la pena descubrir, y que me dejó alucinado para siempre con su paso por Invisible, tan fugaz e indeleble como la primera vez que escuché "El anillo del Capitán Beto".

Tres videos:



Invisible, "200 años"




Astor Piazzolla (y Gubitsch) en vivo en el Olympia, París, Francia, abril de 1977.




Tomás Gubitsch, "A estos hombres tristes"


Dos entrevistas:
Entrevista en Página/12.
Entrevista en Musicargentina.com.

Su página web oficial (bilingüe): http://www.gubitsch.com/
ver también: myspace.com/tomasgubitsch
Facebook Tomás Gubitsch Official

22.5.11

Adúriz


El martes pasado me enteré, como un baldazo de agua fría, de la muerte reciente del poeta Javier Adúriz (1948-2011). Conocí a Javier en el invierno del 2005. La excusa fue un libro de poemas de Carriego que él había prologado y compilado. Ahí descubrí su generosidad y su tremenda lucidez. Le mostré algunos poemas míos y él sonrió: quizás porque veía en mí, en mis imperfecciones, un esbozo del joven poeta que había sido alguna vez. Conocía a mi tío Titito, quien también publicó alguna vez un libro de poemas, Nadie a tu lado, "muy influidos por Pedro Salinas", según dijo Javier. Me hizo algunas críticas demoledoras que todavía recuerdo: por ejemplo, un poema de una pagina quedó reducido a dos o tres versos.

Compartimos el mate, el pan casero y la discusión sobre el soneto en su PH de la calle Delgado. Lo que más culpa me da es que él me había dado dos libros de Santiago Sylvester en concepto de préstamo; es decir que esperaba que se los devolviera. En realidad, no me gusta quedarme con libros ajenos, así que esos libros (Café Bretaña y Calles) iban a ser la excusa del reencuentro. Lo cierto es que, después de mi casamiento y mudanza, no nos habíamos vuelto a ver todavía. Y ahora siento que me quedé con algo trunco e irrecuperable.


Acá transcribo el último mail que recibí de él, en 2009, y un poema incluido en su libro Canción del samurai, que funciona como una especie de soneto libre y testamento humorístico. Creo que él no lo hubiera querido de otro modo.


te felicito, vicente, por tu decisiòn. el casamiento y el traslado a la plata para tu residencia. te deseo lo mejor, que vayas haciendo el significado de tu vida. los libros, para cuando quieras. y desde luego, cuando pase por la plata, te aviso. un gran abrazo, javier.



"El atómico" declara su deseo

Dejo dicho, en caso de no atinar al piletón,
que lego mi flamante casco de corcho
a Agustín, y también las antiparras.
Para Isidro, el overol de loneta reforzada

amén de la flexible bigotera del abuelo:
Para Julieta el maillot, que aunque gordo
y con costuras, ella sabrá ajustarlo.
Para Román, el capirote de hule y los botines

que trajinados y todo, aún son de largo uso.
Para Lucía, el arnés y la mochila de lastre
que habrán de serle fieles para acunar los hijos.

A la señora, en cambio, mi dama, testo y dejo
que me dejo de joder con estos trastos.
Los amo, amigos, porque hicieron el significado.

4.4.11

Surrealismo argentino

Googlear y saltar de una página a otra invariablemente conducen a lugares insospechados.
En este caso, encontré esta imagen buscando información sobre Nicolás Kazansew:

De Kazansew, bastará con decir que es un periodista que pasó a la historia como "la cara de Malvinas" por ser corresponsal durante la guerra.
Pero lo más paradójico es que este fulano tiene una serie de ¿letras? de ¿canciones? de un disco musicalizado por un tal Carlos Longoni, que ambos tuvieron la mala idea de titular Quijotes de Malvinas:


Siempre es curioso el proceso de canonización de una obra (me refiero al Quijote, no a los textos de Kazansew). Sobre todo porque, a veces, este proceso de canonización requiere de una lectura que vaya en contra del contenido de la misma obra. Así, en el imaginario de mucha gente, Martín Fierro es un gaucho que corre carreras y toca la guitarra mientras aconseja a sus hijos y se mete en payadas contra un moreno al que, por honor y recato, no le tocará un pelo (aun a pesar de haber asesinado a su hermano en la primera parte).
Del mismo modo, existe una ridícula versión heroica de don Quijote, que no tiene ningún asidero en la obra. Es muy claro que, en todo momento, Cervantes se esfuerza por mostrar cuán ridículo es el propósito de revivir la caballería andante en una era "de hierro" en la que los caballeros son apenas cortesanos al servicio de intereses espurios, y en el que el valor de las peleas cuerpo a cuerpo está comenzando a ser reemplazada rápidamente por el uso de la pólvora. Don Quijote no es (no puede ser) un héroe porque en realidad no defiende los ideales de una vida pretérita; todo lo que hace es seguir coherentemente el curso de lo que su locura le dicta, aun si esto implica quebrar la ley (como en el episodio en que libera a los galeotes), o incluso contradecirse a sí mismo.
Aunque pensándolo bien, ironía de ironías, quizá no sea tan incoherente, por parte de alguien que aun sigue defendiendo la idea de que Argentina estaba ganando la guerra en el momento de su rendición (!), el identificarse con el personaje de don Quijote. Lo único que le faltaría a la tapa del disco, entonces, sería mostrar una victoria argentina donde apenas hay un molino de viento.

7.3.11

Final para un cuento

Estoy terminando de traducir un cuento de Stephen Crane, y la última parte tiene una autonomía que lo vuelve muy interesante, casi un microcuento. La transcribo completa porque creo que hoy en día puede ser leída como un cuento en sí mismo. El título es invención mía.

Fin de fiesta

Había un baile en el Imperial Inn. Durante la noche algunos jóvenes irresponsables llegaron de la playa, afirmando que una gran cantidad de gente había sido avistada cerca de la costa. Era un baile encantador, y nadie se molestó en perder el tiempo creyendo en este cuento. La fuente del patio salpicaba suavemente, y una pareja tras otra desfilaba por los corredores de palmeras en los que lámparas con luces rojas arrojaban una luz rosada sobre las hojas relucientes. En lo alto de algún balcón, un ruiseñor gritaba en medio de la noche. La banda tocaba sus valses con ensoñación, y su música llegaba débilmente hasta la gente entre las palmeras, como las melodías de los sueños.
A veces una mujer decía:
–Oh, no es cierto que haya habido un naufragio allá en el mar, ¿no?
Por lo general un hombre contestaba:
–No, claro que no.
Por fin, sin embargo, un joven llegó violentamente de la playa. Tenía un aspecto triunfante.
–¡Están ahí afuera! –gritó–. ¡Una barcada entera!
Recibió una atención ansiosa, y dijo lo que todos suponían. Sus noticias destruyeron el baile. Un momento después la banda estaba tocando encantadoramente para el espacio vacío. Los invitados se habían puesto un abrigo e iban apresuradamente hacia la playa. Una niña pequeña dijo “Oh, mamá, ¿puedo ir yo también?”. Al negársele el permiso, empezó a hacer pucheros.
A medida que llegaban del refugio del gran hotel, el viento soplaba velozmente del mar, y de a intervalos una ola grande brillaba lívida. Las mujeres se estremecieron, y sus compañeros inclinados aprovecharon la oportunidad de acercar los abrigos. La arena de la playa estaba húmeda, y los zapatos delicados dejaban impresiones claras y profundas sobre ella.
–Oh, Dios –dijo una muchacha–, ¡y si estaban ahí afuera ahogándose mientras nosotros bailábamos!
–¡Tonterías! –dijo su hermano menor–. Esas cosas no pasan.
–Bueno, podrían pasar, ¿sabes, Roger? ¿Cómo puedes estar seguro?
Un hombre que no era su hermano la observó con profunda admiración. Después ella se quejó de la arena húmeda, y al arremangarse las faldas, miró con arrepentimiento sus piecitos.
En medio de su interés y su excitación, el hijo de una madre se aventuraba demasiado cerca del agua. Ocasionalmente ella le advertía y reprochaba desde atrás.
A excepción del resplandor blanco de la rompiente, el mar era un gran vacío atravesado por el viento. De entre la multitud de mujeres encantadoras flotaba el perfume de muchas flores. Más tarde flotó hasta ellas un cuerpo con la calmada expresión de un irlandés. La expedición del Foundling nunca pasará a la historia.