Nada queda del pueblo ya:
lo que plantaste se fue,
los amigos,
los compañeros no están;
se ahogaron los animales.
Las líneas que escribiste,
las promesas que hiciste
se ahogaron también
y,
sobre todo,
se ahogó el amor cruel,
refugiado en la copa de árbol.
Al llegar a este punto, en el final de la página, deseé que el poema siguiera. Que hubiera un "pero". Algo que desmintiera, corrigiera o enderezara lo afirmado. Algo que no me dejara así, igual de miserable que cuando llegué a esta página.
Y sin embargo, al dar vuelta la página vi un poema distinto.
Ese, el que transcribí, era el terrible, definitivo, inmutable final.
lo que plantaste se fue,
los amigos,
los compañeros no están;
se ahogaron los animales.
Las líneas que escribiste,
las promesas que hiciste
se ahogaron también
y,
sobre todo,
se ahogó el amor cruel,
refugiado en la copa de árbol.
Al llegar a este punto, en el final de la página, deseé que el poema siguiera. Que hubiera un "pero". Algo que desmintiera, corrigiera o enderezara lo afirmado. Algo que no me dejara así, igual de miserable que cuando llegué a esta página.
Y sin embargo, al dar vuelta la página vi un poema distinto.
Ese, el que transcribí, era el terrible, definitivo, inmutable final.
(Escrito en junio de 2006.)
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